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Latidos de Valdediós

Hermana muerte

La importancia de ser realista y asumir que la vida tiene un final

Hay momentos en que la vida nos obliga a hacer un parón, nos sacude y nos fuerza a mirar ciertas realidades de frente, realidades que habitualmente no nos gusta considerar. Una de las realidades de la vida que más fuerza tiene para hacernos parar es una enfermedad grave y -por supuesto- la muerte.

La muerte que nos sorprende siempre aunque la esperemos, que nos desconcierta, a veces nos indigna y por último nos puede llegar a aplastar si no la recibimos y asumimos como parte de la vida.

Lo primero que debemos hacer -independientemente de que seamos creyentes o no- es hablar de ella abiertamente, con naturalidad, sin pudor, porque lo primero que yo percibo es que sigue siendo un tema tabú. No se puede hablar de la muerte, porque te arriesgas a que te digan que eres muy negativo o un aguafiestas.

Yo no soy negativa, ni me considero un aguafiestas, pero sí que pienso que hay que ser realistas y vivir este regalo precioso que es la vida, con responsabilidad. Y eso implica asumir que esta vida tiene un final y que -nos guste o no- es real, inexorable y? en definitiva: la única realidad de esta vida.

Sí: no sabemos cómo, cuándo o en qué circunstancias, pero sabemos seguro que vamos a morir. Y si alguien no había caído en la cuenta de este pequeño detalle? es hora ya de que se entere.

Cuando nacemos todo es incierto acerca de nuestro futuro; no sabemos nada de lo que va a acontecer en la vida de un recién nacido: se abre un abanico con infinidad de posibilidades, pero hay una certeza: que ese bebé va a morir después de un tiempo en esta vida, que para unos es más largo y para otros es más breve, pero la muerte es lo único que sabemos seguro.

Afirmar esto no es ser negativo, ni estar amargado, es simplemente ser realista. Y a mí me parece que es importante serlo para valorar -entre otras cosas- cada minuto de la vida y vivirlo con intensidad y responsabilidad, sacándole el mayor partido posible al tiempo para amar y hacer el bien.

¡¡Sí!! No tenemos más que el breve espacio de tiempo que es nuestra vida para "usarlo" bien. Porque si no sois creyentes? después de la muerte ya no hay más ni se puede hacer nada más. Y si somos creyentes, después de la muerte ya no es tiempo de dar, sino de gozar y de recibir, así que hay que emplear la vida de la mejor manera posible y sin perder de vista que se nos va a acabar.

La muerte es la única realidad de esta vida y debemos asumirla, e intentar no temerla. Es absurdo tener miedo, porque no nos va a hacer daño, es simplemente la consecuencia natural de vivir. Pero también hay que decir que una cosa es no temerla y otra frivolizar con ella? tampoco es eso. Ni ignorarla, ni frivolizar, sino asumirla tal y como es. San Francisco de Asís la denominó hermana: la hermana muerte.

No pretendo que de pronto la muerte se nos haga amiga, no es eso? pero sí que la miremos de frente con paz y con respeto y vayamos viviendo nuestra vida con responsabilidad y teniendo presente -en el horizonte de nuestros actos y en nuestra conciencia- ese momento supremo, y nos preguntemos en las encrucijadas de la vida: en la hora la muerte, cuando me llegue, ¿qué desearía entonces haber hecho en este momento?

Un abrazo fuerte y hasta el próximo viernes.

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