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Mariola Riera

La vena francesa incontrolable de Henrik de Dinamarca

El marido de la reina Margarita quiere ser rey consorte; si no, no se enterrará junto a su esposa

Justo en plena celebración de sus bodas de oro, el marido va y se descuelga con una perreta antigua que, si ha quedado demostrado que no estaba olvidada, parecía que más bien se había guardado en un cajón. No son otros que la reina Margarita II de Dinamarca y el príncipe consorte (ya jubilado desde hace año y medio por expreso deseo suyo) Henrik. Ambos afrontan el que ya se ha calificado como "el peor verano de sus vidas".

El de la monarca, a sus 77 años, debido a la citada perreta de su marido, que dura más en el tiempo de lo deseado: lleva varias semanas gritando a los cuatro vientos que como su mujer no le da el título de rey consorte, él no piensa pasar a la eternidad enterrado junto a ella en la catedral de Roskilde.

Tampoco es un buen verano para el expríncipe y Conde de Monpezat, ya que sus quejas, si bien escuchadas en palacio y por los daneses pacientemente (algo así como "ya está el bueno de Henrik con lo de siempre, pero se le pasará?"), no son atendidas por ahora. Pero es que también ha acabado en el hospital por complicaciones de una reciente operación. Fue ingresado el pasado lunes y, a sus 83 años, si bien la situación no parece grave, ha hecho saltar todas las alarmas.

La obsesión del consorte por convertirse en rey y estar a la misma altura que su esposa es ya vieja. Puede que para un francés (nació en Talende, Gironda) sea más difícil transigir con tener que ir siempre un paso atrás de su mujer, algo que en Dinamarca tienen más que aceptado; en estas cuestiones están a años luz de los galos. Así las cosas, los ciudadanos ven como una excentricidad más que el marido de Margarita II se caliente de vez en cuando con el tema. No les parece preocupar demasiado; están acostumbrados, pues no es la primera vez que pasa.

Difícil de olvidar la crisis del matrimonio hace algo más de una década, cuando el marido se "fugó" a Francia y se atrincheró en su fabuloso castillo entre viñedos, el Château de Caix (cerca de Cahors), lugar de vacaciones habitual de la pareja. Entonces se plantó y dijo que de allí no salía para regresar a Dinamarca si no era con el título de rey bajo el brazo. Y hasta el sur de Francia se fue la paciente Margarita. Le dijo quién sabe qué y acabó por convencerle. Ahora todo el mundo espera que pase lo mismo. De hecho, cuando Henrik se puso enfermo el lunes, ambos estaban pasando las vacaciones en el castillo.

La constitución danesa no tiene un papel definido y reservado para las parejas de sus reyes o reinas. Así que Henrik, una vez recuperado, deberá tomarse de nuevo la vida con calma y conformarse con las muestras de cariño y admiración que su mujer Margarita le ha profesado en público. La monarca siempre ha dicho que reinar, si bien importante, no ha sido su objetivo de tener que hacerlo en soledad o con alguien a quien no amara. Por eso eligió al díscolo francés, en el que siempre se ha apoyado y cuyas opiniones ha tenido en consideración. Palabra de reina. Justo lo que le debería bastar al conde.

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