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andres montes

El día después

Los recelos en el seno del soberanismo y la izquierda como amenaza

La independencia como programa de máximos es el único pegamento que mantiene unidos a los tres socios del proceso catalán. Por debajo de esa coincidencia en las palabras mayores, PDeCAT, ERC y la CUP apenas comparten zonas comunes. Ni siquiera el vínculo de esa causa suprema que es el soberanismo consigue encubrir del todo sus diferencias, que se hacen perceptibles cuando los antiguos convergentes se atascan en ese camino embarrado que lleva hacia el 1 de octubre y sólo avanzan al sentir la presión de republicanos y cuperos, que les marcan el ritmo. Ocurrió con la ley de Transitoriedad, la vía hacia la república catalana, y sucede de nuevo con el anuncio del Govern de su disposición a desobedecer aquellas resoluciones del Tribunal Constitucional que bloqueen el proceso secesionista. Justo la táctica que la CUP, partidaria de un desafío abierto, viene defendiendo desde el comienzo del verano.

Ahora trasciende además que ERC, socio de gobierno del PDeCAT y su compadre en Junts pel Sí, busca la proximidad de Podemos con la excusa de atraerlo a una consulta ante la que los de Iglesias tienen una posición compleja: son partidarios de que los catalanes voten, pero no en un referéndum unilateral, y defienden que Cataluña siga siendo España. Para el líder de Podemos, la oportunidad de cenar con el vicepresidente Oriol Junqueras, tras la manifestación de Barcelona, fue el momento de volver sobre lo suyo: la moción de censura contra Rajoy y la posibilidad de que ERC se avenga a condiciones que resulten aceptables para el PSOE, que reniega de antemano de tal aventura. Referéndum catalán y cambio de Gobierno, dos monotemas en torno a la misma mesa.

Para el PDeCAT, el encuentro nocturno entre Iglesias y Junqueras es un anticipo de futuros acuerdos de una izquierda que mira más allá del primero de octubre, lo que es tanto como decir que tiene un plan B para el día siguiente al referéndum, cuando se ahonde la frustración histórica del catalanismo independentista. El malestar de los, en otro tiempo, convergentes les lleva a anunciar que, completado el proceso, en ningún caso reeditarán una plataforma electoral con ERC ni habrá más alianzas con la CUP. Un arrepentimiento tardío por las malas compañías revelador de la mermada visión política del presidente Puigdemont y su entorno.

La consulta unilateral quedará como la cota más alta alcanzada por la riada del secesionismo pero después habrá un nuevo escenario. Existe bastante coincidencia en que los catalanes serán llamados de nuevo a la urnas, pero esta vez de verdad y con garantías. Las encuestas pronostican un triunfo de ERC. Para el PDeCAT se avecina "una deriva de izquierdas", en palabras de su coordinadora, Marta Pascal. Miquel Iceta, líder de los socialistas catalanes, dibuja un horizonte coincidente cuando apunta que, tras esas elecciones catalanas, "o Junqueras es presidente para seguir con el proceso soberanista o lo soy yo para buscar un acuerdo con el Estado".

La toma del poder por la izquierda en Cataluña sería el peor final de viaje para PDeCAT: ni república ni Govern.

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