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Archivero de la Catedral

Los "graffiti", una nueva forma de expresarse

Sobre las obras de arte urbano en la fachada de la que fue la tienda de Nicanor el Cerero

La palabra italiana "graffiti" expresa una forma peculiar de inscripciones, que llenan las paredes de las ciudades, generalmente en forma cursiva, con carácter satírico y difíciles de descifrar o de interpretar. Representan un intento de trasmitir un mensaje esotérico y misterioso, apto solamente para iniciados. No ha de confundirse con la pintada de intenciones reivindicativas, en que se pide libertad para una persona o el cese de un empresario o de un político o la caída de un determinado régimen. La pintada no es nada cuidada, sino más bien supone un mensaje precipitado, algo que se hace como a salto de mata, como si el ser descubierto "in fragranti" pudiera ser objeto de punición.

En ella, el caldero de pintura y la brocha tradicionales han sido sustituidos por el aerosol, que permite y favorece la nocturnidad y la rapidez de la actuación.

Los "graffiti" son algo muy diferente de las pintadas. Ofrecen un trasfondo artístico, hay en ellos cierto aspecto misterioso o mistérico, que rara vez deja traslucir la personalidad e identificación del que lo deja plasmado en la pared, algo que dista de la firma y del logotipo, para reflejar un mensaje oculto, secreto y reservado. Tiene un mucho de trascendente y decisivo, de novedoso y llamativo, necesita paredes amplias para su dibujo y expresividad, tiene un no sé qué de elaboración cuidada, que no causa repulsión, hay una selección de colores, entre los que abundan los plateados, cual si intentara el autor una efímera perpetuación, una conquista de celebridad.

No hemos de confundir la obra del "grafitista" con la descuidada expresión de una consigna, o una forma cursiva, que se termina casi siempre en una flecha indicativa de no sé sabe qué obscuras metas. El grafitero, dicho sea sin ningún alcance peyorativo supera al "pintor" o "manchador", espontáneo y precipitado, que solamente aspira a dejar constancia de su grito en la pared, con mayor o menor proyección estética, buscando que llegue al mayor número de destinatarios, con la mayor eficacia posible.

El pintor de los "graffiti" tiene alma de artista. En muchos casos su obra supone un encargo, una encomienda, para evitar que otros embadurnen un espacio de pared muy apto para ello. Se me ocurre la escena clariniana que se halla en el recodo de la Calle Alonso Quintanilla o el paisaje de la cometa de la avenida de Galicia, cerca de la Silla del Rey o el fresco, frustrado que iba a pintar Rubio Camín, para la entrada del túnel de la Ría de Villaviciosa o los frescos de Joaquín Vaquero para el salto de la Central eléctrica de Grandas de Salime.

Me viene a la memoria el caso de Pompeya, la Ciudad del Golfo de Nápoles que, con Herculano, quedó sepultada bajo las cenizas del Vesubio, el año 72 de nuestra era cristiana. Los pormenores de la erupción los cuenta Plinio, que, desde un barco en la bahía, iba narrando vivencialmente las fumarolas y los fenómenos que se iban produciendo, mientras la ciudad iba quedando sepultada y él mismo estuvo a punto de perecer en aras del saber y de la ciencia. Con la vida y el actuar de las personas cortados en medio de la más total actividad. Uno de los aspectos de la vida de Pompeya, de los más interesantes para el conocimiento de su vida política, de la lengua latina vulgar, de las costumbres, de las inquietudes, de las vivencias de unas gentes, cuya vida quedó cercenada en pocos instantes es el mundo de los "graffiti". Han sido los "graffiti" los elementos que, en las excavaciones, recibieron especial tratamiento y recopilación. Varios volúmenes es el resultante de ese mundo de los "graffiti": la vida de los pompeyanos quedó cortada en instantes. Pero en las paredes estaba la vida diaria, con sus inquietudes, con sus obscenidades, con sus "Lucio ama a Livia" o su "cave canem" ('cuidado con el perro'), con que un dueño precavido advertía no acercarse a su can, que seguramente no era del todo pacífico.

¿Qué secretos y arcanos mensajes no revelaría al mundo del futuro, una paralización repentina de nuestra ciudad de Oviedo?. Estoy pensando en la fruición que se apoderará de los arqueólogos futuros, cuando descubran unos "graffiti" singularísimos, que su autor además firma y se denomina "Isra", que supongo la definición de un auténtico pintor, de nombre "Israel". Hace muchos días que paso y me paro a contemplar sus pinturas, que son cinco. Están pintadas sobre papel de estraza, pegado con engrudo a la pared. Son de proporciones como para llenar lo que fueron las puertas y los escaparates de la tienda de "Nicanor el Cerero". Recuerdo aquellos escaparates llenos de figuras de cera: cirios, por supuesto, y velas de distintos calibres, destinadas al culto divino, con su sesenta y cinco por ciento de cera pura. Había allí piernas y brazos, cabecitas y corazones, vacas y animales variados, todo con mano de artista, alma que de tal tenía el cerero Nicanor, para el modelado de los trabajos de su cerería, exvotos destinados a Covadonga a Lúgas al Acebo o al Cristo de Candás.

Allí, en los huecos tapiados de los escaparates y de las puertas, que exhibía la tienda de Nicanor, hoy tapiados, allí frente por frente del Museo de Bellas Artes, para que los visitantes del Museo, que con tanta eficiencia está dirigiendo mi gran amigo Alfonso, allí para que se empapen todos de los nuevos derroteros por donde ha de buscar expresividad el arte, seguramente efímero de "Isra", allí frente al Museo de la oficialidad, como en una Galería al aire libre, colgó sus cuadros en original exposición, que constituye lo que fueron las paredes de la tienda de Nicanor el Cerero; allí, en forma no ortodoxa, posiblemente, allí tienes para la polémica la Exposición del pintor "Isra".

Allí colgó su "Maternidad caribeña de color, con niño blanco". Allí hay una "marina" con su barquito bogando hacia donde Dios sabe dónde. Allí encontrarás "Nocturno de Nueva York , en bosque de antenas de televisión", un mundo de contraste, donde seguramente "Isra" fue a iniciarse en esa pintura expresivista, de la que está su constancia en el hueco de lo que otrora fuera escaparate. Tiene "Isra" allí un "jarrón de flores", no se sí dalias o gardenias, es igual, las que sean. Si estuviera en las paredes del Museo y no en el escaparate de Nicanor el Cerero, quizá fuera objeto de mayor estima, que la que amenaza su "efemeridad". Ya la verás allí también, rasgada y casi arrancada, su "Habitación con bombilla de cien", donde una bombilla desnuda alumbra muchas noches pasadas en vela, sin nadie que quiera estudiar la semántica de las pinturas que "Isra" colgó a la sombra del Bellas Artes, en las paredes de lo que fue la tienda de Nicanor el Cerero.

En la Tate Gallery, casi templo y santuario del arte moderno, contemplé hace años unas telas, que un pintor de "renombrísimo" había pintado para una discoteca de Nueva York. Algo así como "Escalas cromáticas sobre gris". Los dueños de la discoteca lo habían rechazado, por carísimo, como una tomadura de pelo. Supongo que siga exhibiéndose en la Tate Gallery. Me pregunto: ¿a dónde irán a parar las pinturas de "Isra"? ¿Será su arte "arte efímero?" o "arte deleznable"? Me niego a creerlo.Que no desaparezcan, con todo, antes de que otros, con más solvencia, lleguen a contemplarlas y a enjuiciarlas. "Isra" bien lo merece. Originalidad.

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