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Mezclilla

Carmen Gómez Ojea

Congojas previas al viaje vacacional de las Inocencias

Preparativos de unas vacaciones en un agosto marcado por los atentados de Barcelona

Este año la cofradía de las Inocencias decidió por mayoría y con mucho entusiasmo no pasar las vacaciones estivales en un lugar de Europa, sino disfrutar de unos días de crucero por aguas orientales chinas. Así que en una agencia de viajes les gestionaron los desplazamientos, estancias y todo lo referente a la ida y a la vuelta, mientras ellas contaban anhelantes los días que faltaban para emprender la marcha hacia ese mundo, nuevo para todas, salvo para Marilís, que había estado en Corea del Sur y en Tokio. Pero inesperadamente, unos días previos a la marcha, Celina Peruyo preguntó con inquietud si los gestores del viaje se habían ocupado de solicitar en la embajada china los visados para poder entrar allí, lo que hizo que las demás se miraran desconcertadas, pues ninguna tenía ni idea de que se precisara ese documento de autorización para viajar a ese país, pensando que les bastaba su pasaporte europeo. Así que entre unas y otras consiguieron los papeles que serían las llaves que les abrirían las puertas de los países extranjeros que visitarían en su periplo veraniego. Sin embargo, cuando ya estaban del todo seguras de que no vivirían más episodios de ansiedad, Domi Carpio descubrió que su pasaporte había caducado hacía una semana, y con tal engorroso y desagradable descubrimiento también se enteraba a la vez del horror inusitado que suponía conseguir en Gijón cualquier documento porque para la burocracia no existía la urgencia ni importaba la ansiedad de una ciudadana atribulada, pues tenía obligatoriamente que aguardar su turno, que no sería hasta finales de septiembre, como le gritó un hombre muy sudoroso y malhumorado. Y así fue que se marchó llorosa y apachurrada, cuando al poco tiempo la encontró en la calle Urra, Urraca Sarmiento, una de las inocencias, gallega asturianizada, que la consoló y, como un hada madrina, le dijo que ella misma la llevaría en ese preciso instante a Pola de Siero, donde personas muy amables y eficientes le darían en un pis, pas, bueno, en cuestión de horas o acaso de un día para otro, ese documento, sin rollos ni cuentos de trabajadores resentidos y amargados que debían sufrir sin rechistar la explotación a la que el estado sometía a sus funcionarios, ya que en aquel lugar había poco movimiento de solicitantes de día y hora para conseguir la documentación que precisaban.

Y las palabras del hada Urra se cumplieron, letra por letra, de modo que, dado que aquella mañana había únicamente tres o cuatro personas antes de ella, Domi Carpio obtuvo su pasaporte en un periquete de manos de una persona muy cortés y amable.

A continuación fueron a tomar unos vinos y brindaron por Pola de Siero y, acto seguido, comieron en un asador alabando los platos veganos de verduras al horno que degustaron con todo placer y la belleza de la villa, así como la finura y cordialidad de su gente, aunque unos días después todavía las Inocencias padecieron más momentos acongojantes de ansiedad debidos a que a la otra Urraca de la cofradía, Urraca Munuces, asturiana por todas partes y costados, se le hincharon de forma descomunal y muy dolorosa ambos pies, tobillos y piernas y tuvo que ir urgentemente al hospital donde, para respiro y tranquilidad de las otras Inocencias, no le mandaron suspender las vacaciones y quedarse quieta en casa, sino que le recomendaron dormir con los pies en alto, encima de un almohadón o de un par de almohadas, no llevar piezas de ropa apretada ni cinturones y no ingerir sal; y en cuanto a su inminente viaje, le prescribieron que, tanto en el avión como en la travesía en el barco, se moviera y se masajeara las piernas; y que nadara a diario en la piscina de la embarcación.

Y por fin las Inocencias se fueron de vacaciones, prometiéndole a Elisenda Puig que -muy afectada por la matanza de quienes consideran santa la guerra que hacen ellos contra los perros infieles que no pertenecen a su religión, y que por eso ensangrentaron Barcelona, logrando su plan satánico de que esa sangre derramada de víctimas inocentes, pues ningún daño les habían causado, a no ser el de no estar islamizadas, enrojeciera todo el orbe- les confesó muy apesadumbrada que se sentía tan abatida que prefería quedarse en tierra y leer los "wasaps" que le mandaran, si podían; y luego, cuando regresaran, escuchar en directo y a viva voz el relato de los episodios que sin duda vivirían en Shanghai, antigua, señorial y ultramoderna.

Todas la abrazaron y le aseguraron que comprendían perfectamente su decisión, ya que lo de su ciudad había sido una macabrada, organizada por un imán, un jefe religioso de la comunidad mahometana, sembrador del mal inherente al odio y predicador de la adversión y de la hostilidad hacia los ateos y a los de otra cualquier confesión de creencias diferentes de la suya.

Todo lo que sucede una vez se esconde durante un tiempo pero, pronto o tarde, sale a la luz y se repite. Y eso ocurrió con las guerras de religión que asolaron la vieja Europa y con la Inquisición de la iglesia católica que en España quemó vivos a herejes hasta el siglo XIX, dijo Melina Pombal con emoción, rabia y lágrimas. Y todo esto pasó, pasa y pasará, porque no hay amor ni compasión ni caridad, que no es dejar caer sonoramente una monedita de cobre en el recipiente de las limosnas de un pobre mendicante, sino que significa que las demás personas te sean caras, queridas, pues caridad es lo mismo que cariño.

En silencio y conmovidas, unieron sus manos y comenzaron a cantar el himno de las Inocencias:

Somos las Inocencias, singular hermandad. Somos muy diferentes. Pero ninguna es más, ni tampoco menos, sino todas igual. Combatimos el machismo y por la libertad. Somos heter, lesbianas, bisexuales, qué más da. Nos respetamos y amamos. No somos secta ni clan. Brazos y puertas abrimos, a ti y a ti y demás. Vamos creciendo despacio, sin prisas, sin ansiedad; lentamente, con paciencia, como se hace el buen pan.

Elisenda Puig las besó dándoles las gracias a cada una por hacer que se sintiera tan amada, tan querida.

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