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Franco Torre

De Ganzábal a la gloria europea

Lo mejor de PC Fútbol eran las interminables partidas en compañía de los amigos

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Al Sporting lograr dos Champions consecutivas, como si fuera un renacido Milán de Sacchi. A Ronaldo liderar el ataque del Oviedo y endosarle un "hat trick" al United en Old Trafford. Cualquier opción era posible en una partida de PC Fútbol.

Estamos en los noventa. Los ordenadores aún se apellidan Pentium y los móviles no salen ni en las pelis de ciencia-ficción. En la Pola aún se estilaban los "domingones", pero los sábados eran harina de otro costal: era el día del PC Fútbol. Cuando jugaba en solitario, cogía siempre a la Unión Popular de Langreo. Ganzábal crecía hasta los 50.000 espectadores (es de suponer que alguno vendría de Mieres) y el equipo se nutría de estrellas. Aún recuerdo aquel once que nos dio a los langreístas una gloria europea que sólo yo disfruté: Guardiola, aún en activo, llevaba la manija; en ataque lucía la doble "R", Raúl y Rivaldo; en la portería, Buffon echaba el candado. Porque todo en el fútbol envejece, salvo Gianluigi Buffon.

Pero mis mejores recuerdos son las partidas con los amigos, aquellas en las que, en torno a una pantalla de tubo, nos arracimábamos Miguel, Eduardo y un servidor para competir por el "Scudetto". Miguel solía coger el Milán y yo tiraba por la Juve: lo primero que hacíamos era cambiar a Stroppa, un fino centrocampista al que me gustaba colocar de delantero, por Carrera, un tosco central que en el esquema de Miguel metía una veintena de goles por temporada. Con Carrera y diez más, Miguel nos levantó cinco campeonatos consecutivos. Porca Miseria.

Un día, Dinamic Multimedia quebró. Tiramos un tiempo con los juegos de temporadas anteriores, pero el avance inmisericorde del fútbol y de la vida acabó por echarnos también del PC Fútbol. Visto en perspectiva, casi fue lo mejor: mis estudios y mi vida sentimental lo agradecieron.

Aún ahora, cuando me reúno con Miguel y Eduardo, recordamos aquellas interminables partidas. Incluso alguna vez hablamos de repetirlas, aunque nunca se da. Miguel se sacó el título de entrenador, Eduardo es funcionario y a mí, convertido en aquel revolucionario de Mrozek, me queda la nostalgia. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en los que fui un manager profesional de fútbol.

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