La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La lección del oviedismo

La afición oviedista ha marcado el primer gol mucho antes de que el próximo sábado salten al césped los jugadores del eterno rival y del Real Oviedo. La jugada más esperada por el sentimiento oviedista comenzó a elaborarse hace 5.032 días, los transcurridos desde que una fría tarde de invierno una pandilla de chavales tuvo que medirse en El Molinón al filial sportinguista. Era la época de los campos de barro y hasta se agradecía jugar un partido en el municipal gijonés, mucho más confortable que el resto de terrenos a visitar en aquella temporada 2003-2004. Para una afición acostumbrada a tutear y ganar a los grandes, el tener que jugar un partido de Liga contra el equipo B del Sporting abrió los ojos de que lo más duro estaba por llegar. Atrás quedan 13 años, 9 meses y 8 días y la convicción de que ahora lo mejor está por venir, con un club que, además, sabemos saneado.

Para que este sábado los Juan Carlos, Verdés y Toché vivan un partido de máxima rivalidad regional, la afición y la institución habrán tenido que sortear, sufrir y superar la más dura y larga travesía del desierto en 91 años, una historia que suma y sigue por encima de errores propios y ciguas ajenas. Por eso este partido es una fiesta en la que el Real Oviedo tiene mucho más a ganar que a perder: sólo hay tres puntos de distancia, que se puedan recortar en 90 minutos y, sea cual sea el resultado, por delante habrá una temporada larga, muy larga, para devolver la ilusión al respetable del Tartiere.

Imposible no acordarse ahora de aquel gol al Mosconia (Kily, gratitud eterna); o de la comunión entre la afición y el equipo de Antonio Rivas y Manuel Lafuente tras el disgusto con Arteixo o de la fiesta en Ávila de la temporada siguiente; de aquel gol de Michu en el campo naviego de El Pardo; de la parada de Aulestia en aquella tanda de penaltis infartante de Mallorca o del "subidón interruptus" tras la celebración de Curro de una remontada, cortada de cuajo por el trencilla de turno. Cómo olvidar fiestas como las de la victoria en Zamora o los goles de Cervero y David Fernández frente al Cádiz en la promoción de ascenso. Imposible. Si el equipo de Anquela disputa el partido de este fin de semana con la intensidad, acierto y un pelín más de concentración defensiva se podrá ganar, perder o empatar pero tendrá el aplauso de una afición, forjada en la adversidad, que no pide imposibles pero sí actitud, entrega y profesionalidad.

Compartir el artículo

stats