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Historia

La imagen para el futuro de los independentistas cantando "Els Segadors", con el Parlament semivacío

El bloqueo va para largo y durará mientras las instituciones catalanas (Govern, Parlament) y las del Estado (Gobierno, Congreso, poder judicial) no se muevan de sus posiciones. Hasta que una de las partes no ceda, la tensión no se aliviará ni podrá abrirse una negociación que cada día se antoja más remota. Tal como estaba previsto, los dos grupos independentistas de la Cámara catalana impusieron el miércoles la ley del referéndum y, ayer, la de transitoriedad jurídica y fundacional de la república; pero lo hicieron al precio de violar todo ordenamiento jurídico conocido (salvo el aprobado ad hoc) y, todavía peor, permitiendo que se visualizara la imagen de una oposición aplastada por el rodillo de su mayoría absoluta, asistida sin tapujos por la presidenta del órgano legislativo, Carme Forcadell, y de un hemiciclo semivacío tras la orgullosa salida de los diputados de Ciudadanos, el PSC y el PP, después de horas de encomiable resistencia filibustera. Una imagen que en nada ayuda a los separatistas a estampar en su frente el membrete de la verdadera democracia.

Todo lo contrario, fue la enésima demostración, y también la más cruenta, de su interesada idea de lo que una democracia debe ser. Sabedores de que el 1-O no se celebrará o se celebrará a medias, con la sola participación de los abogados del "sí", los independentistas no han dudado en laminar los derechos de las minorías parlamentarias en aras del éxito de una jornada histórica. Eso buscan, una imagen para la Historia: el momento en el que, con sólo 83 de 135 diputados presentes, 11 de los cuales se abstuvieron, 72 representantes de todos los catalanes se levantaron de sus escaños para aplaudir la aprobación de la leyes de desconexión y cantar "Els Segadors", como se hace en cualquier pueblo de Cataluña después de la sardana y los "castellets". Y con el agravante de que una extenuada e irritada Forcadell no ordenara volver a colocar en los escaños del PP las banderas españolas que sus diputados habían dejado antes de ausentarse del Pleno del miércoles. La antigua presidenta de la Asamblea Nacional Catalana se limitó pedir con voz cansina a la diputada de Catalunya Sí Que Es Pot, Àngels Martínez, que las dejara donde estaban. Ni ese gesto supo permitir a la vapuleada oposición, pese a que ella había recusado a los magistrados del Tribunal Constitucional por "falta de imparcialidad" y ayer, al saber que su reclamación había sido desestimada, acusó a la corte de garantías de ser "juez y parte". Ella, lo sabemos, es sólo parte.

Una imagen para la Historia, decía; pues bien, ya la tienen; más pueblerina que solemne, pero la tienen. Al romper en aplausos, los diputados de Junts pel Sí y la CUP -sobre todo los primeros- parecían aliviados, como liberados de tensión. Como si se dijeran unos a otros: "Bueno, ya lo hemos hecho, por nosotros está, lo que pase después?". Nadie sabe lo que pasará después, y mañana no está asegurado para nadie, pero una cosa es cierta: Puigdemont se va y el PDeCAT se hunde, así que a Junqueras (ERC) le cae la Presidencia de la Generalitat. Alguien decía hace poco que como fruta madura. No sé si podrida. No sé si fruta siquiera.

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