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El observatorio

Mirando hacia arriba

El primer derby en catorce años se saldó con un empate justo, después de que Sporting y Oviedo se repartieran el partido con un tiempo para cada uno. Como el último que ríe, ríe mejor, la fiesta acabó siendo oviedista y la celebraron a conciencia los seguidores confinados en el córner Nordeste de El Molinón, que, con el resto del graderío vacío, recibieron primero la visita de los jugadores oviedistas, que salieron del vestuario para hacerlo, y luego la de la directiva. El empate fue, sin duda, un éxito para el Oviedo, en cuanto que demostró capacidad de reacción, pero, sobre todo, vino a sugerir que entre los dos grandes equipos asturianos hay más igualdad de la que se suponía. En todo caso, lo mejor fue el acontecimiento en sí mismo, es decir, que un partido así pudiera volver a celebrarse tantos años después. El "Asturias Patria Querida" entonado sin distinción de colores en los prolegómenos del partido por un graderío lleno a rebosar simbolizó que el traje de la Segunda División les queda pequeño a los dos clubs y que el sueño de que, por primera en la historia, puedan dar juntos el salto a la máxima categoría no es una quimera.

Un Sporting mandón

El primer tiempo fue netamente del Sporting, que se adueñó del encuentro desde el primer momento. Los números lo expresaron con claridad meridiana. A los cinco minutos los rojiblancos habían lanzado tres córners. Y en el minuto 20, cuando ganaban por 1-0, quizá más elocuente que ese dato para reflejar su superioridad lo era el hecho de que los azules habían cometido diez faltas por sólo una de los locales. La iniciativa era totalmente del Sporting y el manejo del partido, también. Con un dibujo táctico parecido en los dos equipos, el brillo de los pivotes que jugaban por delante de las respectivas defensas era abrumadoramente desigual: mientras Sergio Álvarez deslumbraba, a Folch no se le percibía ni un reflejo. El Sporting parecía tener el partido en sus manos, pero le faltó algo para asegurarlo. Quizá, decisión. Tal vez, capacidad. O quizá cayó en la tentación de gustarse y optó por el preciosismo, como cuando una frivolidad de Rubén García en el minuto 40, tras un lujo de toques en mitad del campo, estuvo a punto de costarle un disgusto. Por todo ello, el Sporting acabaría pagando un precio que nadie hubiera adivinado cuando los dos equipos se retiraron al descanso.

El Oviedo, con respuesta

Se lo cobró el Oviedo con una reacción que era difícil de intuir tras su decepcionante primer tiempo. Desde el primer momento los azules se adueñaron de la situación, ante un Sporting que pareció quedarse sin capacidad de respuesta como no fuera en alguna jugada aislada, como un tiro de Santos desde la izquierda, tras ser el primero en levantarse tras una pugna con Verdés. Anquela jugó con acierto sus cartas. Si la entrada de Ñíguez por Yeboah no implicaba un cambio de sistema, la de Linares por Christian Fernández, con el paso de Mossa al lateral, su puesto, era de más largo alcance, pues devolvía a Saúl Berjón a la banda, desde donde se siente más cómodo para arrancar y distribuir. A cambio, Paco Herrera no supo ver a tiempo que el juego tomaba una dirección netamente adversa para su equipo. Sergio estaba asfixiado por la presión de los contrarios y la entrada de Bergantiños por Rubén García fue tardía, pues ocurrió cuando el Oviedo dominaba a un Sporting que era incapaz de sacar el balón con sentido. Y si Sergio Mariño había salvado a su equipo en el minuto 57, al contrarrestar con una gran parada el remate de Carlos Hernández en un córner, en el 87 sólo pudo retrasar por unos instantes el gol del empate, pues, si bien fue capaz de atajar el centro de Aarón Ñíguez, no pudo hacer nada para evitar que el remate de Toché se colora en su portería. El empate venía a castigar el conservadurismo, o la incapacidad del Sporting y a premiar la capacidad de reacción del Oviedo.

Serios y competitivos

Aunque de un derby se tenga la tentación de sacar conclusiones excesivas, sobre el de ayer será poca toda insistencia en recordar que ha llegado a principios de temporada cuando los equipos están todavía sin hacer, máxime cuando, como en este caso, ha habido una renovación muy a fondo de las plantillas. Se puede intuir que Sporting y Oviedo van a ser dos equipos serios y, en consecuencia, competitivos. Pero todavía les falta mucho para estar afinados. El Sporting tiene una buena defensa por arriba, aunque sigue siendo vulnerable en las jugadas a balón parado. Y crea pocas ocasiones de gol. Ayer sólo tiró tres veces entre los tres palos, ninguna en la segunda parte. Al Oviedo, por su parte, le falta esa seguridad que da la confianza en las propias fuerzas. Cuando la encuentra, como en el segundo tiempo, parece capaz de cosas importantes, máxime cuando sabe que cuenta con el activo importante de un finalizador como Toché. Aunque el resultado del partido de ayer no satisfaga por igual a los dos grandes del fútbol asturiano, no es aventurado decir que el partido los deja tal cual les demandan unas aficiones que lo merecen como pocas: mirando hacia arriba.

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