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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Todos somos un poco "dreamers"

Trump prepara medidas para quitar de la cabeza el sueño americano a los jóvenes inmigrantes

El malvado Donald Trump acaba de despertar bruscamente a los soñadores. Qué salvaje. Es como despertar a un sonámbulo en medio de sus ajetreos nocturnos. Obama había acostado con mimo a los jóvenes inmigrantes, que, dormidos plácidamente, confiaban en alcanzar el sueño americano. Ahora se despiertan sobresaltados al comprobar que lo soñado era irreal, que el sueño americano ya no existe. Era una ilusión.

Les supongo enterados después de tantos titulares: "¿Quiénes son los dreamers y qué pasa con ellos?", "¿Podrá el Congreso salvar a los dreamers?", "La Casa Blanca pone precio al futuro de los dreamers?".

Estos soñadores de Norteamérica son los jóvenes hijos de inmigrantes ilegales a los que una ley del anterior presidente les ofrecía protección legal, impidiendo su deportación y les garantizaba además el acceso a un trabajo. La ley se llama DACA (algo así como Acción Diferida para los llegados en la Infancia) y su suspensión va a dejar en el limbo a nada menos que 800.000 menores.

En Estados Unidos son muy aficionados a los sueños. No hay más que recordar aquella homilía del reverendo Martin Luther King: "Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un sueño arraigado profundamente en el sueño americano". El discurso es de hace 54 años, pero hoy sigue siendo igualmente válido, porque el sueño no se ha cumplido. Al menos, del todo.

Los sueños no son sólo fantasías de los americanos y de las películas. Aquí mismo en Asturias tuvimos -y tenemos aún hoy- nuestros sueños, ya fueran cubanos, belgas o alemanes. Fueron -y son- muchos los que cogieron -y cogen todavía- el petate y para hacer las Américas o las Europas, que ahora también hay varias.

Es más, Asturias también fue el sueño para muchos. Aún habrá quien recuerde los años sesenta cuando de repente tuvimos miles de vecinos portugueses, andaluces o "cazurros", como llamábamos cariñosamente a los que venían del otro lado de Pajares. Asturias, que ofrecía trabajo duro en las minas o en la siderurgia, fue un sueño para aquellos desertores del arado y el latifundio. Por no hablar a los más de 40.000 dreamers de todo el mundo que ahora mismo buscan su sueño en Asturias: Sí, esos chinos que no cierran nunca o esas mujeres del servicio doméstico que trabajan como chinas.

Cantaba John Lennon, en el himno que es el Imagine, que le acusarían de ser un soñador por imaginar ese mundo feliz que describía en sus estrofas, pero insistía en que no era el único soñador. Todos lo somos. Y eso también es lo malo, porque a veces soñamos utopías incompatibles. Hay quien sueña una España unida y al lado -o enfrente, que es peor- hay quien sueña una Cataluña independiente. Conflicto de sueños, choque de sueños. Cuidado, ya saben que no hay que despertar al sonámbulo.

Está muy bien soñar -además de inevitable, es sano-, pero con cuidado, sin dejarse llevar demasiado lejos por las fantasías. No nos vaya a pasar como a aquellos que el siglo pasado gritaban eso de "seamos realistas? pidamos lo imposible". Lo pidieron y no se lo dieron, claro. Lo dejó bien claro también Goya en su más que manoseado aguafuerte "El sueño de la razón produce monstruos". Como dejó sentado el experto, "cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo se vuelve visiones". Aunque, eso sí, a veces a los dreamers, como es el caso de los que Trump quiere expulsar del paraíso, sueñan y además les asiste la razón.

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