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Diada continua

La insurrección callejera para que el 1-O no acabe en ajustado 0-1

Una vez puestos en modo insurreccional, los independentistas catalanes conspiran ahora para "desbordar al Estado" con la Diada continua. Buscan la goleada en la calle para que el 1-O no termine en un ajustado 0-1. La insurrección parlamentaria, sin insurrección callejera, no da un Estado; sólo procesamientos y cárcel para los sedicentes funcionarios; y hay tanta ilusión por votar en las ciudades y pueblos de Cataluña y un mandato tan claro para hacerlo? ¿Qué puede oponer Rajoy a esa ilusión, con ese verbo de antaño y esa cachaza, esa corrupción galopante, ese centralismo devastador que se rinde ante la txapela pero no respeta la barretina? ¿Será que vascos y catalanes se han intercambiado la prenda de cabeza regional?

Algo así debe de ser, pues me temo que en la Diada continua de las próximas semanas, sobre todo a medida que se vaya acercando la fatídica fecha, veremos más modos de kale borroka que de manifestación cívica y pacífica. Como dijo en su día Antonio Baños, aquel diputado de la CUP que dejó de serlo, "para obtener la independencia tienes que montar un pollo". Un aliciente morboso será ver a los Mossos d'Esquadra, esa policía integral que debe obediencia a los jueces, disolviendo a los grupos de ilusionados catalanes que se pasen montando "el pollo". Y otro, que añado por puro placer malsano -ingenuo de mí-, que Turull, Forn y Corominas, los hombres valientes del president, se acerquen lo suficiente para saber lo que cuesta montarlo.

Pero, ¡ay!, que no ocurra nada grave, por favor. Mi primo Manolo, que vive en Gràcia, me anuncia que va a cubrir con planchas de madera los ventanales de su casa, como si "Irma", en vez de "Carme", fuera a tocar tierra en ese centro irradiador de la democracia okupa. Sí, que no ocurra nada demasiado grave, porque los Mossos, conocidos por sus contundentes actuaciones en materia de seguridad ciudadana, andarán esos días entre la espada y la pared, entre la espada de Forn y la pared de Rajoy, y como a uno poco espabilado o que no sepa aguantar la presión se le vaya la mano?

¿Y de quién será la culpa? No hay ni que preguntarlo: será de quien recurrió el Estatut de 2006, verdadero germen del "problema catalán", que hasta el fallo del Tribunal Constitucional, cuatro años después, no había asomado nunca (¡jamás!) su fea cabeza. No de Aznar y sus generosos traspasos de competencias cuando era que hablaba la lengua de Espriu en la intimidad, ni de los gobiernos socialistas que miraron para otro lado mientras Pujol cimentaba su aparato de propaganda y sentaba las bases del "procés" imponiendo la inmersión lingüística y el relato nacional en las escuelas, y, de paso, robaba a manos llenas.

No, la culpa será única y exclusivamente del PP de Rajoy, quien pese a hacer lo que ha hecho, esperar más de la cuenta, dejar que el quiste deviniera tumor maligno, se juega su futuro político el primero de octubre y siguientes, como si antes de él, y de la crisis económica que lo ha precipitado todo, los que mantuvieron bien alimentada a la bestia lo hubiesen hecho de perlas en aras de la justa asimetría del Estado que les ayudó a seguir sentados en sus poltronas.

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