Saltaron ayer las alarmas cuando un redactor de este periódico vino con una noticia, recién salida del horno, que aseguraba que Wanda había ganado la puja en la subasta de los Cines Centro de Gijón, cerrados a cal y canto y con el peso en pantalla de un concurso de acreedores. Pensamos que esa Wanda respondía a la razón del gigante chino del entretenimiento, que el pasado año adquirió Cinesa, la mayor cadena de cines de España. Cuadraba de alguna manera que el conglomerado del empresario asiático Wang Jianlin, uno de los hombres más ricos de China, se interesara por las salas gijonesas, máxime al precio irrisorio de 35.500 euros. Pero no era así...
La Wanda en cuestión, la otra Wanda, es española, tiene su sede en Pozuelo de Alarcón y produjo el documental "Cantábrico", curiosamente estrenado en Gijón hace unos meses. La empresa que pujó por los cines no era Wanda Group sino Wanda Films. Que es parecido, pero no lo mismo.
Una pena, porque de haber sido la firma del señor Wang, que ya posee el 20 por ciento del Atlético de Madrid y ha pagado a tocateja el nombre del nuevo estadio colchonero, el Wanda Metropolitano, tal vez acabaría encaprichándose también de la camiseta rojiblanca sportinguista y haría una oferta irrechazable a los Fernández. Y en el próximo derbi habría jalapeños y rollitos de primavera.
También podría comprar el Acuario, y mostrar a los visitantes un nuevo ejemplar exótico, un pez llamado Wanda. Y viniendo de un régimen comunista, sería el chino menos tolerante con los ultras y sus actos vandálicos. Y en vez de bengalas habría petardos, para festejar el wandalismo.
