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Sol y sombra

La indignidad del discurso

El procés es una mezcla de mesianismo e intereses particulares

De vuelta a la España vacía y sin remedio que describe con lucidez Sergio del Molino en su ensayo-reportaje, asoma la incapacidad de una clase política que no sólo ha perdido la dignidad del discurso sino que se empecina en errar en el concepto. Arnaldo Otegi, por ejemplo, ha escrito que la democracia consiste en respetar lo que decide la gente y que después están las leyes. Otegi es un ignorante insufrible pero lamentablemente no el único que piensa así. Son demasiados los que creen que el derecho a decidir está por encima del mismísimo Estado de Derecho. La democracia, que es un sistema de poder, encarna el imperio de la ley y, por ese motivo, se convierte en una terrible contradicción para quienes se empeñan en vulnerarla.

Suceda lo que suceda antes o después del 1-O ningún pueblo con instinto de supervivencia debería arriesgar su futuro poniéndolo en manos de los irresponsables dirigentes de la insurrección catalana decididos a romper con la vigente legalidad democrática por una simple cuestión de mesianismo, intereses particulares, sentimentales y destructores.Nunca como hasta ahora se ha podido ver tan nítidamente el fracaso reflejado en los rostros de unos políticos que no han sabido echar el freno cuando aún era posible renunciar al sueño imposible, y de otros que han esperado hasta el último momento para impedir la propagación de la demencia.

El derecho de los catalanes a decidir su futuro por encima de la legalidad lo defienden fuera de España personajes como Yoko Ono, Stoichkov y Silvio Rodríguez. Fíjense. En Italia, sólo hace falta nombrar a Bossi para extrapolar la actitud de los dirigentes que lo defienden. Pero ni la Lega Nord llegó tan lejos.

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