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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Hay portero, el número 32

Hay porteros que donde pisan ya no crece el césped, y otros, herederos del "Loco" Gatti, a los que el soplo del siroco les afloja algún tornillo y a las primeras de cambio se les viene abajo el mecano cerebral. A ninguna de esas dos categorías pertenece Dani Martín, el guardameta de Mareo por el que viene rogando la afición rojiblanca al panteón de las deidades balompédicas desde la retirada de Ablanedo. Y que hasta la irrupción de este espigado chavalín, debutante ayer en Copa, parecía clamar en el desierto.

Lleva el 32, que no es número de la cábala futbolística sino de la metafísica de la canasta. Lo cosieron a su espalda como un amuleto "Magic" Johnson, Karl Malone o Bill Walton. Es también el 32 el número atómico del germanio, que se utiliza en la fabricación de fotodetectores, sensores que convierten señales de luz en señales eléctricas, como este arquero con sistema de visión nocturna y radar, eficaz a la radiación infrarroja de delanteros de alto voltaje y centrocampistas con llegada a las zonas de calor.

Vistió de oscuro el jovenzuelo en su debut copero, como los cancerberos clásicos. En la pasarela frecuente de colores chillones, tal que algunos porteros parecen modelos de un desfile de Ágatha Ruiz de la Prada, Dani Martín asemeja a un Yashin, a un Iríbar del siglo XXI.

Llamándose Dani y apellidándose Martín, alguna lengua viperina podría cavilar, de mala fe, que el joven cancerbero del Sporting acabará cantando. Pero olvidan los defensores acérrimos de la rancia veteranía, contrarios a entregar la soberanía de los tres palos a un casi imberbe, que 32 fueron las deliciosas sonatas para piano que compuso Beethoven.

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