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Sol y sombra

La forma de parar el golpe

Los orates de la sedición no han llegado hasta aquí para ser olvidados

Albert Rivera está convencido de que habrá una declaración unilateral de independencia en Cataluña. Naturalmente, los orates de la sedición no han llegado hasta aquí para que la historia los borre de un plumazo sino para culminar la interpretación de su minuto de gloria. Se proclamará el Estado Catalán como sucedió en octubre de 1934, e igual que entonces, durará probablemente unas horas. Luego, pasada la euforia, habrá que volver a restañar las heridas causadas por la insurrección. De momento, quedan unos cuantos días y resulta imposible evaluar todos los daños.

Nietzsche escribió: "La locura individual es cosa rara, pero en grupos, partidos, naciones y épocas, es la norma". Este es un tiempo en el que la locura prende en cualquier esquina. En Cataluña, el golpe de estado de la desconexión perpetrado en el Parlament ha traido consigo una rebelión popular y un problema mayúsculo de orden público que no ha hecho más que empezar. Los Mossos están desoyendo la orden de proteger a los jueces y fiscales del linchamiento social que capitanean los políticos insurrectos, entre ellos la propia presidenta de la Cámara.

El Gobierno, que acertadamente ha querido evitar en todo momento a los paracaidistas sobre las Ramblas, va a tener, sin embargo, que activar la Ley de Seguridad Nacional para suplir la inacción de la policía catalana. Todo con tal de detener esta especie de deriva bonapartista.

¿Qué por qué es un golpe de estado el del Parlament? Porque el golpe existe desde el momento en que se produce la subversión total del ordenamiento jurídico establecido, con voluntad explícita de hacerse con el control absoluto del poder. Y eso es lo que ha sucedido.

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