Oviedo y Gijón constituyen los dos motores principales que mueven Asturias. La importancia demográfica y económica de ambos concejos no hace más que acrecentarse. Una realidad innegable con los datos en la mano y tan evidente como su histórica rivalidad, común a todos aquellos territorios donde coexisten dos núcleos pujantes. ¿Residirá en el fondo ahí la gran energía de Asturias? Algún filósofo así lo plantea. Si esa pugna ancestral, patente en todos los órdenes -lo acabamos de ver en el último derbi futbolístico-, se transforma en una disputa positiva por avanzar hacia la excelencia, prosperará también la región arrastrada por ambas ciudades. Si cohabitar mirándose de reojo significa abonarse al lamento en la peor tradición del localismo, la del agravio y el victimismo, saldremos todavía más empobrecidos de una lucha infecunda.

No hay una Asturias "unánime", sino múltiples Asturias. "Las Asturias son innumerables", escribió Ortega y Gasset, que veía la región como la suma de sus valles: "Parece esencial a esta comarca el concepto de pluralidad o repetición de unidades análogas". Existe la Asturias del Oriente, la del Occidente, la Asturias de Avilés, la de las Cuencas? Todas contribuyen al funcionamiento armonioso del conjunto.

Oviedo y Gijón, el epicentro de las Asturias, con Avilés y Comarca, Siero y las Cuencas como propulsores adicionales, son dos ciudades distintas, pero, precisamente por su diversidad, más complementarias que rivales. Quizás a los ojos del viajero foráneo, con una mirada inédita, no condicionada por los prejuicios y la pasión, esto resulta mucho más palmario, y desde hace largo tiempo. "Gijón es una ciudad de aspecto inglés o norteamericano; Oviedo, situado a cinco leguas de distancia, es una población netamente, típicamente española", escribía en 1926 el periodista cubano Manuel Villaverde después de pasar un verano recorriendo España. "Parece imposible que media hora escasa de ferrocarril o quince minutos de automóvil basten para descubrirnos tan notables diferencias? Gijón es bullicioso, agitado, febril? Oviedo es tranquilo, silencioso, solemne". Un lujo.

Gijón, seguramente por herencia de su añeja vocación portuaria, se nos presenta como lugar de puertas abiertas, de llegada, que ha emprendido el paso de una economía sustentada por la industria pesada a otra basada en el sector terciario y en el turismo. Su estío marca la pauta de la actividad lúdica de junio a septiembre. Una ciudad que se decanta decididamente por la investigación y el desarrollo, con un Parque Científico donde tienen un pie las empresas punteras. En la "Milla del Conocimiento" conviven la ciencia y la tecnología con el arte y la cultura. Apuesta Gijón, en su nuevo Plan de Ordenación, por el moderno modelo europeo de "smart cities", conurbaciones más limpias, habitables y sostenibles.

Oviedo se asemeja a un gran imán por su "efecto llamada" como núcleo de servicios, residencial y turístico. Un eje neurálgico de primer orden, nudo gordiano administrativo por el que pasan miles de asturianos cada jornada. Urbe indisociable de la Universidad, con sus luces y sombras, historia desde Feijoo pero también futuro, con un porvenir marcado por la obligación de empezar a aparecer entre las mejores del mundo. La capital desparrama su crecimiento centrífugo, allá por donde nació el HUCA, hasta llegar casi a la unión física con Siero y Llanera. Oviedo representa cultura, parada en los circuitos europeos de la mejor música clásica, y vanguardia, con un sector biosanitario incipiente.

Los políticos no hallan otra forma de articular la relación fundamental entre Oviedo y Gijón que institucionalizándola en órganos superiores. Si eso supone diluir su personalidad, someter sus competencias y constituir momios artificiales, el planteamiento arranca moribundo. Si, en cambio, significa facilitar la vida de miles de personas acabará en éxito, como lo fueron otras soluciones cooperativas, véanse los consorcios del agua y las basuras para demostrarlo.

Miles de asturianos residen en un sitio, trabajan en otro y disfrutan sin cortapisas de sus ratos libres allá donde la oferta les resulta atractiva. Los ciudadanos han fundado con naturalidad el área metropolitana por la que claman los especialistas. Lo que esos mismos usuarios no pueden entender, por ejemplo, es que, con la "Y" convertida en calle principal, la autovía Industrial (la vieja carretera general de la Venta del Jamón) infrautilizada y una tupida malla ferroviaria a través de El Berrón y de Lugones, la comunicación entre Gijón y Oviedo siga siendo tan poco diversificada e ineficiente.

La región gravita en torno a dos astros cuyo secreto reside precisamente en darse vida mutua. Sumar con simpleza sus valores no significa obtener el doble de fuerza; plañir y pugnar por desmerecer la luz del contrario los anula, como polos eléctricos que se repelen, y los debilita. Oviedo y Gijón, afianzando en paralelo sus respectivas potencialidades, celebran otra realidad inclusiva y mayor: la confirmación de Asturias. Transformar con talento esa historia de dos ciudades en competencia creativa. Ahí tenemos el reto para escribir la epopeya del resurgimiento regional.