La presidenta del Parlamento de Cataluña, Carme Forcadell, gritaba el domingo pasado en la plaza Universidad de Barcelona que el Gobierno (español) actúa como en la dictadura (de Franco). Costaba creerlo, pero parecía que su rotundidad formal expresaba convicción y, además, acabó diciendo "ésta es la verdad" con lo que, a partir de ahí, no dejó duda.
Los alumnos encerrados en la Universidad en defensa del referéndum independentista suspendido por el Tribunal Constitucional, que tienen a sus padres en vilo por el riesgo que corren con este acto de rebeldía, podrán contar dentro de 20 años, con toda la épica, su participación protagonista en favor de la independencia de Cataluña en una movilización permanente.
Porque, como en tiempos de Franco, el Gobierno habrá decretado el toque de queda y el estado de excepción, ¿no?
La suspensión de las garantías democráticas, la salida del país del Dictador para reunirse en Washington con el comandante en jefe de las fuerzas armadas estadounidenses, Donald John Trump, y la presencia en el puerto de Barcelona del buque de Asalto anfibio Pato Lucas con las tropas de ocupación no lograron amedrentarlos.
Afortunadamente, Forcadell, miembro de Esquerra Republicana de Catalunya y que también fue presidenta de la Asamblea Nacional Catalana, una organización que reclama la independencia, declara en nombre de todos los catalanes "somos un pueblo pacífico" y "aquí no habrá nunca violencia".
Bien. Ahora se trata de tener mucho cuidado para que en las concentraciones, que mueven a tanta gente, no tropiece nadie, no haya una mala caída en las escurribandas porque es justo lo que no necesitamos las personas de paz de todos los pueblos.
