El último acto de la tragicomedia que lleva años representándose sobre el escenario catalán, en el inmenso Liceo de los chanchullos y de los supuestos agravios que han alimentado la barriga nacionalista, tuvo lugar ayer, con la pantomima de un referéndum de pacotilla, con urnas llenas de votos antes de iniciarse el pésimo remedo de una votación seria, sufragios en la calle y cargas policiales por la delictiva inoperancia de los Mossos.
El último acto de la representación es la consecuencia de un drama que comenzó a escribirse hace años, con la complacencia partidista y el desatino de todos los presidentes de Gobierno de España desde Felipe González a Mariano Rajoy, desde los que firmaron el pacto del Majestic hasta los que hablaban catalán en la intimidad o los que se bajaron los pantalones estatutarios cada vez que había que llamar a las puertas del nacionalismo a solicitar votos de investidura y apoyos presupuestarios.
Se gestó la función teatral en un sistema educativo manipulador a conciencia de conciencias en formación del que ayer vimos el resultado: niños y jóvenes que responden a la llamada de sus mayores ciegamente, como harían las juventudes hitlerianas. Una historiadora catalana ha escrito un ensayo en el que asegura que si los musulmanes no invadieron Asturias fue porque en esta región solo había rebaños de cabras. Al tiempo que califica a Pelayo de mito inventado en beneficio e interés de la Iglesia. Sostiene la señora que es conveniente distinguir entre mito y tergiversación: "Un mito, si es verdad, no es un mito, es historia, y si es mentira, si está manipulado, es una tergiversación". Estamos de acuerdo con ella si aplica ese precepto a lo que está ocurriendo hoy, ahora en Cataluña.
