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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

¡Imagen conseguida!

Un número grande de catalanes quiere independizarse de España. No hay forma de contentarlos ni de descontentarlos. No se les descontenta enviándoles Policía crustácea a hacer cumplir la ley por orden de jueces catalanes. Ni ley, ni razón; sentimiento.

Al final del día se vio la felicidad que les causó que la Policía hubiera acudido puntualmente a los lugares donde habían sido convocada para representar ante las cámaras de televisión y de los móviles el papel de fuerzas represoras del Estado enemigo. Conseguida la foto "nos hemos ganado" la declaración unilateral de independencia (DUI).

Se repite la historia que se cuenta, porque la historia es más cuento que suceso. El episodio del 1-O estaba escrito mucho antes, por eso se convocó un referéndum en el que votar no era el medio de la democracia para ponderar la voluntad de un pueblo sino el fin en sí mismo para que se expresara una parte de los catalanes, por eso importaba más el continente (las urnas) que el contenido (los votos) hasta que todo dejó de importar y cualquiera podía introducir cualquier impreso en cualquier depósito de pilas gastadas tirado en una calle. Hubo independentistas que votaron varias veces, hasta saciarse. Alguno eructó "sí".

El referéndum era mentira y la represión se hizo con salvas, pero el 1-O funcionó, políticamente, como unas maniobras militares con fuego real en las que lo importante era sentir que al otro lado de la colina estaba el enemigo.

Un número grande de catalanes no quiere independizarse de España y, rodeado y sin relato, tiene que ver en televisión (en la calle se vio poco) desagradables imágenes de civiles desarmados tratados a tolete porque el débil Gobierno español no dedica un tiempo obligado a la astucia política. No todo es temple.

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