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Profesora de la Universidad de Oviedo

Por encima de Uber

En defensa del taxi

Imaginemos un país de vastas extensiones, donde el transporte público cubre básicamente las grandes áreas urbanas, incluso ahí de forma incompleta. Un país donde en muchas poblaciones pequeñas y medianas apenas hay autobuses, y donde los -pocos- taxis son excesivamente costosos. Un país en el que desde muchos aeropuertos no puedes llegar a la ciudad si no es en coche. Un país en el que si no tienes vehículo propio no eres nadie, porque no puedes moverte de casa. Ni siquiera a un supermercado o a una farmacia, porque éstos suelen estar ubicados en un "shopping mall" a gran distancia de las zonas residenciales. Un país donde, si por alguna razón pierdes tu permiso de conducir o si tu vehículo se estropea, corres peligro de perder tu trabajo, porque ya no tienes forma de llegar.

En ese país tiene sentido un servicio privado de transporte como Uber, y es ahí donde se inventó. Ese país es Estados Unidos de América. En los países de la Unión Europea, en cambio, con una tradición de servicio público y una red de transportes de la que, en general, podemos estar satisfechos, no tiene razón de ser.

Sin duda hay margen para reformas, mejoras e iniciativas complementarias. Pero una cosa es compartir coche con amigos, vecinos y colegas para reducir gastos y por respeto al medio ambiente, y otra cosa es desvirtuar el principio del "carsharing" (compartir coche) convirtiéndolo en negocio privado y competencia desleal al transporte público.

No se trata de rebatir el derecho a ganarse la vida de las personas que se han apuntando como conductores a este tipo de empresas. Ni de participar en polémicas. Lo que se defiende aquí es nuestro sistema de movilidad urbana, y más concretamente, el del taxi.

Como argumentaba el "New York Times" días atrás (el 2.10.2017), "los 23.000 taxistas de Londres estudian una media de cuatro años para aprenderse de memoria los 100.000 puntos y calles, con el fin de aprobar el examen de taxista más exigente del mundo. En cambio, los conductores de Uber transportan a sus pasajeros con la ayuda de un navegador de satélite". Algo parecido sucede en Madrid, y en proporcional medida en las demás ciudades de España, como Oviedo, Gijón o Avilés. Y no olvidemos la garantía de seguridad de los pasajeros. Para obtener su licencia, los taxistas tienen que aportar un certificado de antecedentes penales y otro médico. Los conductores de Uber, nada. ¿Por qué no se pone el listón igual para todos?

En Londres, precisamente, acaba de denegarse la renovación de la licencia a Uber. Precisamente porque ha habido casos (sí, aislados, pero?) en los que se comprometió la seguridad de los pasajeros, agresiones sexuales incluidas. En México hasta hubo un asesinato (en otra empresa similar, Cabify).

Otro aspecto más es la inversión material que han realizado los autónomos del taxi. Una licencia municipal ha podido costarles el equivalente de un piso. Con la competencia desleal de empresas privadas, de pronto no vale casi nada esta licencia. Si los municipios, incluso los de izquierdas (incomprensiblemente), persistiesen en otorgar permisos a Uber o similares, deberían al menos indemnizar a los taxis oficiales y ofrecerles alternativas viables. Sus arcas se llevan beneficiando desde hace años del cobro de esas licencias y de los impuestos con los que éstos contribuyen.

Con buen criterio no importamos el modelo de mercado del sistema sanitario (ni el de la libertad de portar armas y acumularlas en casas y habitaciones de hotel) desde un país que en mucho no se parece al nuestro ni a los demás países europeos. ¿Por qué, entonces, habremos de extrapolar este modelo de transporte?

La libertad consiste en tener opciones, no necesariamente entre taxi y Uber, sino entre coche privado y un buen transporte público. En Europa puedo permitirme prescindir del primero. Para las distancias largas uso Alsa, tren o avión. Ocasionalmente coche de alquiler. Para las distancias cortas, transporte colectivo y taxi.

Por cierto, la palabra Uber, nombre de la empresa, procede del alemán "über" y significa "por encima". Es de esperar que por encima de Uber y similares tentativas se vele por el transporte público y por nuestros taxistas.

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