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Alienación en Cataluña y el juego de la oca

La necesidad de unión de los partidos frente a los golpistas

Manuel Seco, en "Diccionario del español actual", define el término «alienación» como limitación o condicionamiento de la personalidad impuestos al individuo o a la sociedad por factores externos sociales, económicos o culturales. En 1980, el escritor y psicoanalista Carlos Castilla del Pino pronunció una conferencia en torno a la siguiente tesis: "La cultura actual se mueve entre un flujo de tensiones que se pueden concretar en dos términos: integración o excentricidad; es decir, o se integran los creadores en el sistema social establecido, con el consiguiente peligro de alienación, o se subvierten los valores establecidos con nuevas creaciones y se crea así una distancia del sistema social".

A lo largo de los siglos y a través de mentes fanáticas, religiosas, políticas, económicas y sin escrúpulos, se fraguaron multitud de conflictos bélicos, en los que siempre el pueblo llano llevó la peor parte. Es oportuno aclarar que a los cerebros más débiles "en manada aún se tornan más maleables", siempre que les ofrezcan proyectos capaces de enardecer su ego y resolver sus necesidades anímicas, pueden volverse ciegos de pasión e inconsecuentes con todo lo que se oponga a su pensamiento único. No disponemos de espacio para mencionar ni un mínimo tanto por ciento, pero sí, como primordial ejemplo, podemos nombrar el nazismo.

A mediano plazo, si contamos con el adoctrinamiento desde la cuna en escuelas y universidades; más la colaboración de medios de comunicación y redes sociales, todo ello apoyado por un amplio sector burgués y religioso, obtendremos un caldo de cultivo ideal para lograr la ansiada alienación de masas que, inculcando opresión, atraco, odio, acoso y rencor, promueva como fin universal la independencia. Para ello, hemos de centrar interés y atención en el más puro aldeanismo (en el sentido peyorativo de la palabra), pues, lo esencial para un pueblo alienado es la defensa a ultranza de identidad, cultura y lengua a través de un símbolo: por ejemplo, una bandera (lo que es un trapo y, a veces, descolorido). Me sitúo en su papel y bien lo merecen por encontrarse en posesión de la verdad, ser una etnia más inteligente que el resto de las poblaciones adyacentes, más guapos, civilizados, cultos, modernos, sonrientes, amables y capaces de decidir su destino Universal que pronto será el de nación: Una, Grande y Libre. ¿Qué les recuerda esto último? El más puro espíritu de dictadura; contrario a ser "Ciudadanos del Mundo". La multitud, alienada, ha tomado las calles y requisado las decisiones de quienes no opinan como ellos, expulsándolos de instituciones y diálogos constructivos. Ha sembrado la inquina entre familiares y amigos. Repudia a quienes velan por orden y derechos ciudadanos. Está fomentando la deslocalización de empresas y la ruina económica acecha a la vuelta de la esquina.

Ante ello, ¿me pregunto? ¿qué hacen gobierno y oposición para resolver el conflicto? ¡Nada! Porque España languidece en manos de inútiles. El señor Rajoy, con ponerse de canto y esperar que amaine el temporal, tiene suficiente. Don Pedro Sánchez, bastante tiene con sonreír a las cámaras para salir hermoso en la imagen, al menos nos hace saber a todos que no da la talla mínima para considerarlo como hombre de estado. De sus adláteres, como diría José María García, PP, PSOE y demás siglas, para qué vamos a hablar si hacen honor a ineficacia, torpeza, incompetencia y demás adjetivos por el estilo. Cuando todo el abanico parlamentario debería defender la Constitución, el conjunto de partidos se pega por alcanzar la mejor tajada en votos, sin importarles el terrible daño que están causando al país.

¿Desde cuándo el Estado ha de dialogar con los golpistas? Porque Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Trapero y compañía son presuntos delincuentes. Si ante la ley todos somos iguales, ellos han de rendir cuentas por alienar una parte del pueblo catalán y así justificar la intención de declarar la independencia de Cataluña; lo que en la práctica es y se denomina golpe de estado.

A partir del orden constitucional, tras unas elecciones nacionales y autonómicas, con los nuevos interlocutores elegidos democráticamente, podrá comenzar el diálogo constructivo. ¡Antes, jamás!

Remedando el clásico juego de La Oca, a los políticos les llegó el momento de la verdad, de apostar en serio por ganar la jugada, de mover ficha. ¡Ojo! Todos partirán desde la casilla de salida, dándose la mano de puente a puente sin dejarse llevar por la tumultuosa corriente; reunirse en la posada, esquivar el laberinto desafiante, no caer en el pozo de la violencia y, todos juntos, alcanzar la meta sin rendirse ante la casilla que a todos los jugadores estremece, la que les obligaría a abandonar la partida: la muerte. En este caso de las ideas, por alienación de las masas.

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