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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Alteraciones

La estelada que cuelga de un balcón del Paseo de Gracia de Barcelona y la bandera española que ondea en una terraza de la calle Velázquez de Madrid vienen de China, las dos. Ignoramos si esto significa algo o no significa nada, no somos lingüistas, en el caso de que fuera materia para esta disciplina. A lo mejor, las dos banderas han sido fabricadas por las mismas manos: las de un niño explotado, o las de una mujer que trabaja en régimen de semiesclavitud, o las de un hombre que trabaja 14 horas diarias por un salario basura. Es posible que algún empresario se haya hecho rico con ellas y que las haya visto partir, en paquetes de a mil, hacia un destino cuyo suelo no ha pisado jamás.

¿Significa todo esto algo?

Nunca nos habíamos preguntado de dónde vienen las banderas. Si en la escuela nos hubieran dicho que de París, como los niños, lo habríamos aceptado con la naturalidad con la que creíamos en la cigüeña que nos trajo a nosotros y a nuestros hermanitos. Pero ahora, de mayores, al enterarnos de que vienen de China (las banderas, no los hermanitos), nos hemos parado un rato a pensar. Ahí estamos, en medio de la calle, observando la fachada de un edificio caro parcialmente cubierta por las banderas que vienen de China. ¿Y por qué de tan lejos? Porque allí son muy baratas. Allí, por cuatro euros, puedes comprarlas a docenas, y de cualquier país. No es probable que salgan más caras las de Francia o Suecia que las de Cataluña o Extremadura. La bandera, en sí, producida al por mayor, tiene un coste de producción de risa. Luego, al pasar de un intermediario a otro, se va encareciendo, como los pantalones vaqueros. Un vaquero de marca por el que aquí pagamos 200 euros, en origen apenas ha costado 20. Digo veinte, pero lo mismo son siete, o seis. Lo vimos un día en un documental de la tele y nos quedamos absurdos.

Las banderas se van inflando también a medida que viajan, inflando de significado, queremos decir. Las ves salir de la cadena de producción como un mero paño estampado de unos u otros colores, y cuando un joven hermoso la ondea en España o Cataluña ya es otra cosa. El problema es que no sabemos qué. Pero algo deben de significar cuando nos alteran tanto.

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