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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Palabras hueras y financiación autonómica

Las declaraciones de los políticos regionales acerca de que Asturias no puede perder en el nuevo reparto de las cuentas estatales

Entrevistado en LA NUEVA ESPAÑA del 22/09/2017, don Gaspar Llamazares Trigo habla, entre otras cosas, del futuro sistema de financiación autonómica, que tiene una revisión pendiente desde hace años, pues existen desajustes entre los recursos de las comunidades. Al respecto, don Gaspar realiza dos afirmaciones que vienen reiterándose por todos los partidos políticos: que Asturies no puede perder en el nuevo reparto y que debe unirse a otras comunidades con el mismo problema. Añade una tercera opinión, aunque lo hace de forma un tanto elíptica, opinión que, si tal vez todos comparten, casi nadie manifiesta: que las comunidades "con régimen de cupo no deben quedar al margen de la solidaridad".

Desde el Gobierno y el PSOE se ha manifestado reiteradamente lo mismo, si acaso con más rotundidad: "El Principado no aceptará un modelo de financiación que signifique menos recursos", decía, por ejemplo, doña Dolores Carcedo a comienzos de septiembre. Estupendo. ¿Qué otra cosa podrían decir? Ahora bien, esas afirmaciones de unos y otros se compadecen mal con la realidad y con el comportamiento habitual de todos ellos, en el pasado y en el presente.

La financiación de las comunidades autónomas tiene tres elementos sustanciales. Dos de ellos de desigualdad: las diferencias de las comunidades de régimen común entre sí, por un lado; la menor aportación de las comunidades de régimen especial, su sobrefinanciación permanente. El tercer elemento sustancial es el límite del dinero disponible, de la recaudación. En España, partidos, sindicatos y ciudadanos reclaman como si los recursos no tuviesen límites, como si el Estado dispusiese de un burru cagarriales al que, como en el cuento, bastase con levantarle el rabo para que soltase euros.

De modo que las disponibilidades de numerario -que, a su vez dependen de la riqueza nacional, de nuestra deuda, de las posibilidades de recaudación, etc.- constituyen la barrera fundamental para la expansión de los recursos de todos al tiempo: lo que unos suban han de bajarlo otros. En cuanto a la pretensión de aumentar la aportación a la caja común de las comunidades con concierto, me parece a mí cosa tan difícil como, sin duda, a ustedes, sobre todo porque sus votos son siempre necesarios para sacar adelante iniciativas legislativas cuando los gobiernos están en minoría. Es cierto que otra cosa sería si los partidos de ámbito general estuviesen dispuestos a llegar a acuerdos en materias como los presupuestos, pero eso parece aún más imposible.

Pero es que, además, el comportamiento habitual de los partidos de ámbito estatal, especialmente el de los de izquierdas, es el de una permanente empatía hacia las reivindicaciones de las comunidades que tuvieron sus estatutos durante la Segunda República e incluso el apoyo a las mismas. Recuerden ustedes el apoyo del PSOE hacia el "federalismo asimétrico" de Maragall, o su actual empeño en el estado plurinacional, cosa semejante a la que Podemos defiende o el mismo don Gaspar expresa en la citada entrevista al hablar de federalismo. Cualquier opción de esas significa más dinero para esas comunidades y menos para los demás. ¡Pero si hasta el mismo don Luis de Guindos anda ofreciéndoles más pasta a los catalanes estos días!

Y si a esa propensión general a supeditar los intereses de las comunidades no aureoladas por los estatutos de la Segunda República a las que sí lo están, sumamos la permanente subordinación -de discurso y de obediencia- de las sucursales de los partidos estatales en Asturies, pues hemos de tomar como pura palabrería todo lo que se diga al respecto por las mismas, o, todo lo más, como un deseo que no es consciente de la propia realidad del sujeto en que encarna dicho deseo.

Por ello, cuando se oye emitir, en referencia a la financiación o a otros asuntos, un "no admitiremos" o un "no toleraremos", las vísceras provocan una carcajada que no puede ser limitada en su volumen, tono y duración más que por la caridad.

Llena de tristeza, sí, pero caridad. O resignación.

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