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El infierno en el bosque

Teorizar sobre el mundo rural a la vez que lo abandonamos

Ésta es la historia de una muerte anunciada, todos conocemos la expresión de "acordarse de Santa Bárbara cuando truena", pero aquí llevamos años oyendo truenos y a nadie nos preocupa. Aún retumban en mis oídos los "truenos del Valledor", un desastre ecológico y patrimonial de graves consecuencias, pero pronto se olvidó; pasó el santo, pasó la devoción y nuestros bosques, en el Occidente, suman a su belleza el abandono de una sociedad que ya no es rural, pero que presumimos de ello. Todos teorizamos sobre el mundo rural a la vez que lo abandonamos.

Ignoro si hay cambios climáticos o son ciclos puntuales de la madre naturaleza, pero lo que sí sabemos todos es que hace años que no tenemos inviernos, tenemos heladas secas, pero no hay carámbanos porque no hay humedad; buscamos la nieve en los picos como quien busca agujas en un pajar; y esas reservas de agua que son los neveros, para mantener fuentes vivas durante las épocas de sequía, han desaparecido. En estas fechas de mediados de octubre, con unas temperaturas inusuales, miramos las crestas del Rañadoiro o del resto de la Cordillera Cantábrica y no vemos un solo resquicio de los depósitos helados, pero tampoco los encontramos en Guadarrama o en cualquier otra cadena montañosa.

Conociendo esta situación, conocíamos los riesgos, máxime cuando al caminar entre las montañas del Occidente, aunque sea el Camino de Santiago, todo el mundo ha podido observar el estado de los caminos llenos de escayos que con frecuencia los ciegan, hemos podido contemplar los bordes de las carreteras con una maleza que frecuentemente tapa los indicadores. Todo ello seco como la yesca que arde a la velocidad de la pólvora.

Recuerdo cuando de niño la Guardia Civil nos llamaba de casa en casa para ir a apagar un incendio en algún pinar, no había bomberos, quizás unos calderos de agua, pero los bosques y los caminos estaban limpios y nosotros, niños y mayores, acudíamos con un gran sentido de solidaridad, como a una fiesta, y llevábamos ramos mojados para apagar los rescoldos tras hacer cortafuegos. Nos impresionaban las lenguas de fuego que, tras inflamar la resina del pino, lo envolvían con endiablada velocidad, como si se tratara de un dragón en defensa de sus posesiones. Por aquel entonces, los bosques estaban limpios y el fuego avanzaba lentamente, hoy sería una trampa mortal.

La defensa de las posesiones es la que tratan de hacer las pocas personas mayores que, tras estas tragedias, quedan profundamente afectados viendo con qué facilidad se les va el producto de una vida, su patrimonio o la propia vida, con frecuencia por nuestro abandono y la colaboración de una mano criminal.

Estamos viviendo unos momentos de angustia apocalíptica. Cuando el incendio del Valledor yo creí, al igual que otros muchos, que se iba a tomar conciencia y que pondríamos todos de nuestra parte todo aquello que fuese necesario para evitar que el desastre se repitiese, pero ni la administración, ni la sociedad hemos tomado medidas preventivas; nuestra memoria es frágil y está pronta al olvido, solamente aquellos que han sido afectados directamente siguen con la imagen de la tragedia.

Es lamentable contemplar cómo el Paraíso Natural se convierte en un infierno cumpliéndose así las profecías, años de vacas gordas y años de vacas flacas; debemos prepararnos para las vacas flacas, porque con conferencias y teorías, por caras que sean, no se arreglan, más bien las arreglaríamos con la limpieza del matorral. Esto sin duda ayudaría mucho.

Tendremos que ponernos manos a la obra y sacar enseñanzas de las tragedias, porque parece que éstas ya no las tenemos lejanas y a través de las televisiones. Las tenemos ahora en la puerta de casa: primeramente fue Portugal, luego Galicia, ahora aquí, y no podemos conformarnos con que eso pasó siempre y pasa en los países mas desarrollados. Ahora nos está pasando a nosotros y es de donde debemos aprender para evitar males mayores en el futuro.

Será por el cambio climático o serán ciclos naturales, pero sea por lo que sea Cangas, Ibias, Degaña, Allande , Grandas, Tineo y en general toda la masa arbórea de nuestro Paraíso, incluyendo el patrimonio, corre el peligro de convertirse en un infierno y en gran parte por el abandono y los pirómanos.

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