Para los que no estábamos al tanto, que éramos todos menos él, nos extrañaron las lágrimas del cielo. Más, al constatar que le saltaban de risa. Aquel numeroso grupo de personas, con banderas y prestas a manifestarse, se conjuró para preguntarle en la intimidad del crepúsculo: ¿piensas que somos presa fácil? Escucharla y desternillarse fue al tiempo. Se apoyó en la constelación más cercana y, entre jocosos hipidos, respondió: Uno a uno, vuestra masa encefálica es insignificante y malamente podéis ir tirando; el conjunto, os torna maleables, malévolos y ridículos. Creedme, cualquier mente despierta puede convertiros en chusma nacionalista. Contra este mal, el único remedio deseable es? ¡Que los libros sean con vosotros!