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Cosas de Manchester

El Madrid, el Barça y las cuitas nacionalistas que llegan al fútbol

La mejor imagen de esta semana tan tranquila la dio, sin discusión, el futbolista Sergio Ramos. Se suele decir que alguien hizo algo sin despeinarse para indicar su facilidad o su destreza. Pues así salió Ramos del campo al terminar el partido de su equipo: sin despeinarse. No es que no se despeine, es que no pierde la raya del peinado cuando camina hacia el túnel de vestuarios. El estilista de Sergio Ramos, si es que ha sido siempre el mismo en estas décadas convulsas para los españoles de a pie, es un pedazo de artista. Puede que falte cintura en la política española; en el Real Madrid, ese problema es menor. En el club blanco hay cosas que se hacen muy bien. Los acontecimientos actuales impiden que también lo haga todo muy bien su hasta ahora eterno rival, el Futbol Club Barcelona, que las pasa canutas para redactar un comunicado que se salve de la ambigüedad o la cursilería. El Barça, de momento, opta por la Liga. Pero no todo va a ser fijarse en localismos. Ahí cerca, en la Albión entrañable, está la ciudad de Manchester en la que a Marx y a Engels les dio por estudiar a la clase obrera y sus condiciones de vida. Una excentricidad. Y una falta de visión histórica. Manchester se emancipó de esas luchas y ahora tiene un entrenador balompédico que compara antigüedades de parlamentos. Y con razón. La veteranía es un grado. Son más veteranos los oficios diversos y jodidísimos de los currantes que van al tajo cotidianamente para sacarse el salario mensual que los entrenadores millonarios que pontifican sobre la democracia. Eso es más reciente. Es lo que pasa con los privilegios: que lleva tiempo legislarlos. Están exaltados los astros del balompié en su muestra de solidaridad con los desplantes de un movimiento burgués que, de momento, tiene la Ley de todos violada. Semejante heroísmo da la razón al viejo Karl: la pasta es una motivación para moverse y los burgueses levantiscos reciben apoyos de sus compañeros de clase. Bien Sánchez, por cierto -no el que está en la trena; el otro- por aplicarle a la situación actual una lectura de clase. Eso es lo que había que hacer. No es seguro cómo de rentable puede ser políticamente hacer una lectura de clase en una sociedad intoxicada por la tele berlusconiana- el gran Silvio tambien opinó sobre nuestras zozobras. Pero es lo que había que hacer, y Sánchez lo hizo. Como los privilegiados, faltaría más, son darwinianamente más listos, saben envolverse en ropajes que puedan librar la batalla del marketing político; los burgueses levantiscos abofetean al Estado democrático y piden que se mojen en Europa. Fallo ganso. Lo único que faltaba en Bruselas era admitir que un acto de insumisión al Estado democrático saliera bien en Europa occidental. Nos apoya todo el mundo, dijeron los burgueses. Pero mintieron. Y en esas estamos. Ay Manchester, cuántas lecciones.

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