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José María de Loma

España se rompe

La pelea de Arévalo y Bertín Osborne después de que el cómico subiera a las redes sociales una foto de una comida con Juan Carlos I

Arévalo y Bertín Osborne se han peleado. No, no estoy hablando en clave de dos dirigentes políticos. Ya saben que ambos (¿cómicos?, ¿actores?, ¿intelectuales?) se comieron una paella con Juan Carlos I, una infanta y otros amigos (el 17 de julio) y que Arévalo no pudo contener la tentación y subió a las redes sociales una foto del momento, en la que se veía al emérito y al resto de (numerosos) comensales sonrientes e incluso blandiendo copas. Eso molestó a Bertín, que, aunque se mete en las casa ajenas, es partidario de la intimidad y la no exhibición. No me coge el teléfono, dice compungido Arévalo estos días en la prensa seria y en la del cuore. No sabemos si imitando a un gangoso. Lleva meses sin hablarme, solloza el pobre.

A mí me gustaban mucho aquellos cassettes de Arévalo que vendían en las gasolineras y que eran chistes guarrísimos, políticamente incorrectos y con bastante gracia. Consistían en una narración al estilo del inigualable Paco Gandía pero con menos metáforas sutiles y más brocha gorda. Si acaso un pelín menos de ingenio. Una vez en un viaje de fin de estudios un cura atolondrado compró por despiste una de esas cintas en una estación de servicio en la que paró nuestro autobús para que meáramos y comiéramos bocadillos de mortadela con una Fanta. Fue comenzar a sonar aquello y ponerse el cura rojo y después verde. Las risotadas testosterónicas de colegio masculino se oían hasta en Móstoles cuando el autobús iba ya por Zaragoza, tierra nunca bien ponderada en la que nos dimos al vino y a los cubatas en unas inolvidables noches de las que paradójicamente no recuerdo mucho. Así está España. Que se rompe por todos los lados, incluido el lado de las amistades que parecían inquebrantables. Arévalo y Bertín son un poco las dos españas. Y si son solo una, o los dos pertenecen a la misma, peor. También se enemista la afinidad. Bertín ha declarado la independencia unilateralmente de Arévalo y éste, en vez de echarse a la calle, se ha echado a los medios a contarlo. No sabemos si le sale mejor el sofrito que hacerse la víctima.

Dicho lo cual añadimos que tampoco vemos tanto problema en subir una foto de unos amigos comiéndose una paella, lo hemos hecho todos. Eso sí, a mí la última vez que lo hice una de las comensales me dijo: estate quieto, rey.

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