Cualquier empresa afronta en su arranque un periodo crítico a partir del cual despega o naufraga. Es lo que los expertos denominan "valle de la muerte", ese instante en el que mengua la ilusión de los inicios y toca bregar con la cruda realidad de competidores y clientes. Los modelos productivos en transición, como el asturiano, atraviesan en su devenir por tendencias similares. De la economía regional cabe señalar que, con toda suerte de limitaciones y dificultades, ya empezó la remontada desde el fondo de esa curva decisiva del declive. Ahora por fin emerge una nueva Asturias que funciona. Pero es la región al completo la que necesita ponerse en marcha y no sólo unos pocos sectores o unas determinadas compañías.

El Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA y la Facultad de Economía de la Universidad celebraron esta semana la cuarta edición de "La Asturias que funciona", unas jornadas convertidas ya en un referente para medir el pulso vital de la actividad en la región. Con la internacionalización, la diversificación y la colaboración como conceptos clave, los debates dejaron interesantes conclusiones.

La primera tiene que ver con la estabilidad. El 80% del empleo privado en Asturias depende de empresas familiares. Son las más implicadas con el territorio, las menos proclives a deslocalizarse y las que realizan un mayor esfuerzo por mantener a sus trabajadores. Su principal problema, cumplido el ciclo de los fundadores, suele residir en la continuidad. Existe en sociedades importantes una hornada de emprendedores que toma el testigo de los pioneros y comparte su visión y valores.

La segunda certeza remite a la innovación. Asturias está enganchada a la cuarta revolución industrial, la del conocimiento. Operar desde la periferia de la periferia de Europa en un mundo interconectado no supone una penalidad. La consolidación de pequeñas "star up" de vanguardia evidencia que la región cuenta con talento para moverse en la punta de lanza de las tecnologías, campo en el que para resistir hay que reinventarse cada día. Con los incentivos adecuados estas compañías pueden contribuir a generar mucha riqueza.

La tercera aseveración puesta de manifiesto versa sobre la calidad. Rivalizar hoy en precio con los gigantes asiáticos es imposible desde aquí. Pero sí resulta factible triunfar ofreciendo artículos y servicios diferenciados, apreciados por su excelencia. No hace falta estrujarse la cabeza en inventar. Basta aprovechar con inteligencia lo que existe: una base tradicional metalúrgica y química, recursos autóctonos como los productos agroalimentarios o el turismo rural y sectores novedosos como el informático y el biosanitario.

Las compañías asturianas, que durante décadas dependieron de los pedidos de "papá Estado", han dejado de mirar exclusivamente al mercado interior. Y no se ven como competidoras entre sí, vencen la desconfianza. Los entornos colaborativos, en especial para salir de la mano a exportar, proliferan como nunca. La región permanece subida a la ola de la recuperación del país aunque varias brazadas por detrás. La competitividad es una carrera sin fin que exige la perfección constante.

Asturias necesita venderse bien y obtener ventaja de sus puntos fuertes, que los tiene. A montones. Con seguridad la fabricación del coche eléctrico de Seat no irá ya a Barcelona. ¿Por qué el Principado no ofrece los terrenos de la Zalia o de Bobes para atraer a la firma automovilística contando con el activo de sus puertos? El Musel y Avilés disponen de una ventaja frente a las dársenas mediterráneas: su enclave estratégico en el Arco Atlántico, rampa de lanzamiento además hacia América. Podemos dar por descontado que la Agencia del Medicamento tampoco mudará su sede de Londres a la capital barcelonesa. ¿A las autoridades españolas no se les ocurrió una alternativa?

Una ministra catalana inexperta, un consejero del Govern independentista y una alcaldesa nacionalista, las tres personas que defendieron la candidatura, jamás pensarían en Asturias como opción viable para la Agencia aunque la región tuvo un hospital modélico, el viejo HUCA, cuenta ahora con el más moderno de España y apuesta por la investigación sanitaria como negocio. ¿Por qué no peleó el Principado por un organismo que ya casi atrapó el lobby en favor de Amsterdam? A quienes la música les suene a quimera, parece pertinente recordarles que también hubo quien creyó que Du Pont jamás llegaría al valle de Tamón. Y ahí sigue, ejerciendo de imán para otras multinacionales.

Para superar esta atonía paralizante, Asturias precisa destacar en ambiciones y despertar. Cuenta con suelo abundante muerto de risa en el que en vez de naves florecen los plumeros de la Pampa, una Universidad histórica, una conectividad aceptable, una tradición laboral arraigada, un rico capital social, unas infraestructuras de primera en vías de completarse, una materia prima exquisita, unas generaciones formadas y con empuje, unos buenos empresarios y una imagen exterior extraordinaria. ¿Qué más le hace falta para ponerse a funcionar?