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Clave de sol

La necrofilia como pedagogía

Una valoración personal de la celebración de Halloween

Visitaba el martes este plumilla unos grandes almacenes de la ciudad y, al pasar por una de sus plantas, no daba crédito a sus ojos ante el macabro espectáculo de esqueletos de tamaño natural, calaveras y otros atemorizantes artilugios absolutamente realistas y aproximadamente mortuorios.

Es el "Halloween" del día de difuntos, ese nuevo festejo tomado de los primitivos celtas y ajeno a nuestra cultura que hemos importado del mundo anglosajón y que tanto es celebrado en colegios y parvularios. Se trata de asumir una tradición ajena a nuestra cultura y espoleada por lo comercial.

Se nos dice como argumento para celebrar esta novedad lúdica la importancia de desdramatizar ante los jóvenes escolares el misterio de la escatología humana. Y se nos alega también que siempre hubo en todas las culturas ritos o prácticas semejantes. En Asturias contamos con las tradiciones del mes de las ánimas, las velas, los rezos, las flores, los diversos ritos funerarios de recuerdo? Sin olvidar, de verdad, los ricos huesos de santo y las deliciosas teresitas de sartén. ¿Es lo mismo o no?...

He hojeado por curiosidad algún catálogo de ofertas para las celebraciones del "Halloween" entre nosotros y me he quedado asombrado de la refinada creatividad de sus ofertantes: muertos, duendes, fantasmas, demonios, brujas, calaveras, esqueletos? Cito de memoria algunos de los refinados artículos a la venta:

Guadaña ensangrentada, ojos desorbitados, dentadura de chupasangres, cuernos y rabos de diablo, tridente infernal, esqueleto andante, calavera putrefacta, escoba de bruja voladora, vestido de vampira con cuchillo incorporado, disfraz del ángel caído, manos con uñas de tigre, capa reversible de murciélago, calabazas horripilantes, ataúdes fosforescentes, cuernos, máscaras, fantasmas y tridentes.

Preguntémonos si es ésta una diversión recomendable y un ejemplo de buen gusto. Y si sus contenidos contribuyen a la razonable diversión de los pequeños escolares desdramatizando a la vez las realidades de la escatología humana y sus connotaciones negativas. ¿Será que los escasos oponentes, frente a la casi general aceptación, pertenecen al sector ultraconservador de la sociedad?

En fin, ¿es de apreciar el Halloween como una buena aportación didáctica en los centros de enseñanza y un entretenimiento a la vez inocente y positivo? ¿O es acaso incomprensible que algunas familias, ciertos padres, determinados docentes y, ¡cómo no!, unos cuantos clérigos reticentes, rechacen esta fiesta por entenderla necrófila siendo como es simplemente lúdica?

En definitiva, ¿es deseable que niños y jóvenes trivialicen la muerte?...

Pregunto.

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