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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Bravo, Ceares

No es de ahora, ni tiene que ver, aunque ese detalle lo agranda, con el gesto solidario de la mañana de ayer antes del partido frente al Tuilla; pero el Ceares, ese club popular de Gijón que juega en el campo de La Cruz, siempre, y no sé bien por qué, me cayó simpático. Me encanta su himno, tanto el ritmo marcial de su música como el carácter motivador de la letra de sus estrofas, y lejos de ideologías y otras zarandajas, resulta un club amable, amigo de iniciativas que trascienden el hecho deportivo.

El Ceares recogió ayer mantas y ropa de abrigo para los refugiados que viven hacinados en campamentos a las puertas de Europa, a la espera de un salvoconducto que no llega desde las oficinas burocráticas de la opulencia, pródiga en palabras de bienvenida, pero escasamente efectiva a la hora de trasladar las buenas intenciones a los hechos.

Que un modesto club deportivo dé un paso como el que acometió ayer el Ceares se antoja un aldabonazo a modo de recordatorio de lo que Gijón fue en otro tiempo: una ciudad generosa, solidaria y comprometida con el sufrimiento de sus semejantes. Con la llegada de la crisis y los recortes económicos, las partidas municipales para la cooperación internacional fueron menguando, y el Gijón activo, fraternal y humanitario adelgazó de manera alarmante. Justo es pensar que resulta más urgente la ayuda a los necesitados más próximos, a los vecinos de la propia ciudad que cada vez en mayor número habitan en el umbral de la pobreza; pero no conviene dejar caer en el olvido las necesidades perentorias del prójimo más lejano, sea de otro color, de otra raza o de otro credo. El Ceares nos ha dado una lección de campeonato: le ha marcado al olvido un golazo por la escuadra.

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