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Sol y sombra

El estrés constitucional

Abrir el melón de la Carta Magna sin saber qué cambiar ni por qué

La FSA, con buen criterio, ha dejado aparcada la oficialidad del asturiano hasta después de la reforma constitucional, algo que se vislumbra en un horizonte lejano, aun cuando el debate se emprenda de inmediato en las Cortes. Reformar una Constitución, en medio de la agitación permanente en Cataluña y cuando no se sabe exactamente hasta dónde llegar con los cambios, no es algo que se resuelva fácilmente en una legislatura, ni en dos.

Desde hace tiempo, y sin que el apremio pueda atribuirse exclusivamente a la supuesta necesidad de un modelo territorial distinto, se habla de una nueva Constitución. Cada quisque lo hace, pero si preguntáramos a los que propugnan cambios dentro de ella casi nadie sabría decir cuáles ni por qué motivo, salvo los que creen que la mala convivencia autonómica se salvará con la "España plurinacional" o fomentando una asimetría confederada para situar a los catalanes en el lugar que ellos, particularmente, creen que les corresponde estar. Es decir, ya que no separados, uno o dos peldaños por encima del resto de los españoles.

Es natural que los catalanes piensen que son más listos y capaces que los demás. Durante décadas les hemos dicho que de las piedras sacaban panes y cosas por el estilo. Como sucede con otros españoles, son laboriosos y puede que en algún momento demostrasen con seny e ingenio ser también un pueblo especialmente dotado para prosperar. Pero las famas, igual que se hacen, se deshacen; ahora, sin ir más lejos, algunos catalanes han demostrado cómo hacer de un pan unas tortas.

No se puede someter a estrés la reforma constitucional por una cuestión tan acomodaticia como caprichosa y oportunista para algunos.

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