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Alberto Menéndez

El declive del SOMA

La minería del carbón asturiana se extingue. Eso es algo obvio desde hace ya muchos años. Tan cierto como que las políticas de reindustrialización de las Cuencas fueron y siguen siendo un fracaso, con la decadencia que ello implica. Buscar sólo un culpable de lo sucedido en las últimas tres décadas es ridículo. Son responsables todos aquellos que ostentaron el poder a lo largo de estos años, con la permisividad de otros muchos que miraron para otro lado o incluso intentaron o consiguieron sacar tajada tanto a la hora de decidirse el cierre de explotaciones como a la de dar vía libre a los fondos mineros.

Pero es que ahora ya ni tan siquiera se guardan las formas, aunque fuera al menos para disimular. Eso es lo que está sucediendo con los sindicatos en lo que respecta al cierre de la central térmica de Lada anunciado por Iberdrola. Su abulia es sintomática y muy preocupante, sobre todo por parte del Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias (SOMA) -así, a secas, al parecer ya sin UGT-, la organización surgida en las comarcas mineras hace ya más de un siglo, en 1910.

Hubo un tiempo, no hace mucho, en el que se decía que nada se movía en la comunidad autónoma (sindical y también políticamente) sin el previo visto bueno del SOMA y de su hombre fuerte durante décadas, José Ángel Fernández Villa. Éste sacaba a relucir el carácter reivindicativo del sindicato siempre que tenía ocasión, con manifestaciones, huelgas, encierros? aunque también es cierto que gracias a su enmascarada aquiescencia el proceso del recorte minero se llevó a cabo.

El actual SOMA quiere seguir teniendo presencia política, pero se olvida de que para que ello sea posible debe, ante todo, mostrar su fuerza sindical. Su poder está ahí, en los trabajadores. Pero hace tiempo que sus dirigentes se han olvidado de ello. La losa villista les pesa en demasía. Están en otras batallas. Y en el caso de la térmica de Lada han cruzado todas las líneas rojas.

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