El 2 de enero de 1999 LA NUEVA ESPAÑA ponía en marcha su edición digital, y para dar los primeros pasos en la red había decidido contar con una periodista con una importante experiencia anterior en distintos proyectos editoriales y periodísticos: Inés Miravalles.

En un primer momento la labor de Inés consistía en el volcado nocturno de un pequeño número de noticias de la edición impresa que la redacción seleccionaba todas las noches; un corta-pega artesanal de todos los elementos de cada noticia que Inés se encargaba de hacer con precisión y que se prolongó durante casi dos años.

Los datos de audiencia de entonces resultan incluso entrañables comparándolos con los actuales, en los que los usuarios digitales diarios de LA NUEVA ESPAÑA se cuentan por centenares de miles; el primer mes la flamante web alcanzó 450 visitas diarias, que ya se habían convertido en 2.775 en diciembre del año siguiente.

Casi dos años después, a finales de 2000, Enrique Menéndez, como comercial, y yo como coordinador, nos incorporamos al equipo e Inés, ya en jornada diurna, pasó a ser durante un tiempo "la periodista" de la edición digital. Por ella pasaba toda la información del día y ella se encargaba de seleccionar los contenidos que se subían a la web. Con ese pequeño grupo de tres personas, en menos de un año, alcanzábamos las casi 15.000 visitas diarias en septiembre de 2001, convirtiéndonos en líderes de la prensa digital asturiana.

Durante los años siguientes el equipo fue creciendo y la edición digital, la audiencia, los recursos y los ingresos de la web fueron ganando peso, siguiendo una evolución en la que Inés fue aportando su experiencia y conocimiento, con una visión periodística meditada, responsable y rigurosa, con la que en muchos casos reconducía o matizaba los proyectos que poníamos en marcha.

No cabe duda de que Inés, que combinaba una formación y conocimiento del periodismo tradicional con una dilatada experiencia en el mundo digital, así como con un alto sentido de responsabilidad sobre la labor social del periodismo, estaba llamada a tener un papel importante en la actual etapa de transformación digital de la prensa, en la que perfiles como el suyo son más necesarios y valorados que nunca. La enfermedad se lo impidió, pero a la vez le abrió otras puertas para su desarrollo personal y para la participación en distintos proyectos de comunicación con los que ayudó y reconfortó a mucha gente.

A los que en algún momento trabajamos con ella nos deja -como poco- dos cosas imborrables: su ejemplo y su sonrisa.