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Soserías

La burbuja de los rectores

El aislamiento de la Universidad

La palabra "burbuja" ha adquirido en los últimos tiempos un prestigio equívoco pues donde antes evocaba a una simple esfera o bola de agua inofensiva o una inocente espuma, hoy remite a terribles infortunios y así nos hablan los agoreros de guardia de que está próxima a estallar la burbuja inmobiliaria, la bancaria, la del mercado del arte, del oro, de las criptomonedas ... qué sé yo. Los peores pronósticos aparecen asociados a la antigua pompa de jabón, esa que soplaba un niño en un parque sin atraer mayores males que un suave lloriqueo de breve decepción.

La burbuja está así adquiriendo vida propia que llena de recelos a quien oye hablar de ella de manera que los espíritus sensibles y lastimeros sufren hasta límites increíbles cuando zumba a sus oídos la dichosa palabreja. El pobre jubilado que se ha pasado la vida coleccionando sellos y que cree atesorar un patrimonio de pronto oye a un entendido decir que va a estallar la burbuja de la filatelia y es como si para él estallaran en sus oídos todas las bombas que cayeron en Londres durante los apacibles entrenamientos alemanes.

Es "burbuja" sustantivo además temible pues que las más de las veces no precisa de ir acompañado de adjetivo alguno: él solo se basta y sobra para sembrar la desolación. Andan sin bastón. Cuando lo contrario es lo habitual porque el adjetivo muscula al sustantivo y le dota del vigor necesario para caminar erguido y haciendo de las suyas por el mundo. El sustantivo que se permite ir solo, entre los entresijos del lenguaje, está haciendo una burla a una porción de páginas del diccionario y para eso se necesita mucha entereza y una fe y una frialdad notables.

-Viene la burbuja -oye decir el rentista. Y corre a sacar sus ahorros del banco y meterlos entre las sombras que proyectan sus temores.

La nueva burbuja es la que están aireando los rectores de las Universidades españolas agrupados en torno a una cosa que se llama la CRUE y que la verdad, como temo poco a los rectores, la mayoría de ellos entes con cara de orlas, lo de la CRUE me remite al CRU que es la denominación de las grandes añadas del Burdeos, del Borgoña: cosa fina ciertamente por lo que deberían tener más respeto a la abreviatura.

Pues los tales rectores, que habitan palacios litúrgicos y que se sientan en esos lugares preeminentes donde se guarda como en fundas la artritis oratoria de su predecesor, nos hablan ahora ¡de la burbuja de las carreras y títulos universitarios!

Después de pasar años concediendo a sus allegados y votantes todo tipo de sinecuras para poder contratar profesores, auxiliar menesterosos becarios y dotar deficientes laboratorios, ahora se percatan de que se han pasado de la raya y denuncian que hay 2.425 grados y 2.854 másteres. Todos repetidos, con nombres rimbombantes, los más en inglés (en un inglés fementido), captando alumnos como quien capta mariposas en un campo florido.

¡Y lo dicen cómo si ellos hubieran sido ajenos a la fabricación de semejante noria de despropósitos donde dan vueltas y más vueltas paniaguados y donde se distribuyen con largueza las prebendas a los allegados!

La pregunta es: ¿estamos ante una burbuja? Pues sí porque la última acepción que conozco de la palabra es la siguiente: "espacio aséptico y aislado del exterior donde permanecen las personas que tienen un sistema inmunológico deficiente".

Mismamente, la Universidad española: autónoma, democrática, participativa, gremial y sindicalera.

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