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Sol y sombra

Ligerezas y desvaríos

Adriana Lastra y la forma delirante de desacreditar al adversario político

Mentar la indigencia intelectual a propósito de Adriana Lastra no sorprende, es como pretender descubrir a estas alturas que en la primavera brotan las flores. El problema es que la vicesecretaria del PSOE es lo suficientemente osada para hablar a humo de pajas e invertir el sentido de la realidad de manera hiriente para cualquiera, incluso para muchos de los suyos, abatidos por la vergüenza ajena.

Lastra ha comparado a Albert Rivera con el fundador de la Falange y acto seguido se ha comprometido a retirar la comparación en el caso de no resultar acertada. La pregunta es si ella honradamente cree que ha atinado, porque si lo piensa no pasa nada, adelante con los faroles. Se formatea el disco y punto. Pasado mañana puede decir cualquier otra tontería. Igual que Puigdemont que, en el más extraordinario de los desvaríos, al día siguiente de reclamar un referéndum en Cataluña para salirse de Europa, recalcó que él es un convencido europeísta.

Al lado de Lastra, Bibiana Aído es premio Nobel, oí decir ayer. Es probable que también lo sea Leire Pajín y, sin duda alguna, Carmen Calvo, autora de "ni dixi, ni pixie", decidida a convertirse en "madre" de una nueva Constitución. Lastra debe aprender a medir las palabras, al menos como Iceta, al que sólo se le puede reprochar ligereza moral por reclamar que el Estado le perdone a Cataluña parte de los 52.000 millones de euros que debe, pero jamás hasta ahora delirio conceptual en la identificación del adversario.

Albert Rivera no es José Antonio, ni un ultraderechista peligroso. Es el tío que esta diciendo acerca de España lo que quieren escuchar muchos votantes del PP y del PSOE. Por eso le quieren sacar a empujones del terreno de juego.

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