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Sol y sombra

El juego del enredador

Con los separatistas dispuestos a acatar el 155, Iglesias lo recurre

Pablo Iglesias no sabe ya qué hacer para significarse en las causas más inexplicables. Desde que aterrizó en la política no recuerdo ninguna iniciativa suya, y mira que ha enredado, en favor del interés general de este país. Me refiero a algo que, al menos aparentemente, pudiera redundar en el beneficio común de los españoles. Por el contrario, todas sus salidas están dirigidas a perjudicarlos. No en vano, su idea de la política partía de que todo tiene que ir peor para que a Podemos le vaya mejor, alimentado así su teoría revisionista de la Transición y del caos. Empezó escarbando en la basura y, una vez acomodado en la casta, sigue.

Con el mismo gesto torvo de siempre, malhumorado como acostumbra, ha decidido situar a su partido del lado del secesionismo con la esperanza de que un artículo que prevé la Constitución, como es el 155, indispensable para frenar la deriva separatista, sea declarado inconstitucional. Se preguntarán por qué motivo. Pues, para buscar con ello un respaldo a una estrategia electoral en Cataluña. El problema para él, no para la inmensa mayoría de los ciudadanos, es que también le puede servir para destruir la que tiene en el resto de España. Ojalá sea así y pronto lo perdamos de vista.

Su juego ha sido hasta ahora el tacticismo de los juegos de roles o de tronos. Como si la política fuera un tablero adolescente. Mientras algunos de sus compañeros, de vez en cuando él mismo, sitúan a los independentistas fuera de la realidad, y ellos mismos se disponen a acatar el 155 para salir de la cárcel, él lo recurre. ¿Quién lo entiende? Debería huir de sí mismo y refugiarse en Bruselas, como el otro. Pero de por vida.

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