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Y llegó Elton John

El triunfo del cantante británico en el Palau Sant Jordi y cómo Francia resuelve el tema del nacionalismo

Triunfó Elton John en el Palau Sant Jordi: menos mal que alguien triunfa en algún sitio. Elton John decidió en su momento darle a su talento musical un segundo plano y priorizar la extravagancia efectista de sus actuaciones. Eso fue visión de futuro. (Llamar hortera a alguien es un riesgo: pueden llegar los tiempos en los que el canon estético se subvierta de tal modo que quien parece hortera a los menos sea un dechado de perfecciones para los más- y no solo en música, evidentemente) El efectismo es una tendencia; una vez desarrollada, la sobriedad tiene poco que hacer. Se queda en cosa de rancios. En política, el efectismo se va a poner de moda; habrá que tenerlo en cuenta. Ganar las elecciones es una cuestión de contar con los más. Si resultara que vivimos en una sociedad en la que el efectismo es un recurso ineludible para no quedarse fuera del candelabro, habría que replantearse el discurso político en su conjunto. No debíamos de estar en muy buena forma cuando se ha hecho posible que haya en el patio común (bueno: más o menos común) tantas divergencias sobre palabras tan básicas como democracia o libertad.

Y en Córcega ganan los nacionalistas. No sabe uno cuánta reflexión habrá en Francia, esa vecina fuerte que mira al Sur con la condescendencia de una hermana mayor que hubiera hecho un master en Estética- quizá no sin razon; algo de eso hay. En Francia, la altura en el debate político coexiste con una vieja pulsión de vecindad histórica. Los franceses son categóricamente más brillantes en su ágora, pero tampoco es muy de listos mirar al prójimo con superioridad (Valls dixit. Por cierto, a ver qué dice Valls cuando se nos meta en campaña aquí cerca. Cruzar los Pirineos siempre fue mucho asunto). Francia se articula en la solidez centralista de la República y le resultan exóticos los contenciosos parroquiales de su vecina. España, por su parte, piropea poquísimo la solidez del Estado francés. En Francia, todas las regiones son regiones. Asombroso. ¿Qué hará la izquierda francesa en su tiempo libre? ¿De qué hablará esa gente? La izquierda española, si todas las regiones del Reino fueran regiones, tendría un ataque de horror vacui. Si en Francia empezara el término nacionalista a tener la vidilla que nunca tuvo, sería interesante ver la receta de París. Madrid es menos sofisticado como ciudad, pero está lleno de energía y sobrevive con buena con buena cintura a las ocurrencias de sus regidores. Madrid mantiene un curioso empaque en el tiempo en el que los paletos hacen carrera. Y Elton John triunfó en el Palau. Cuánta pedagogía.

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