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Sol y sombra

Trashumancia

La actividad municipal compone un curioso ramillete de perplejidades. Cuanto más cercana la gestión, más se acerca al disparate. Últimamente, y sin que pretenda hacer de menos la historia reciente, parece como si hubieran repartido en los ayuntamientos un manual de instrucciones del despropósito.

Madrid, con Carmena al frente, encabezaría en estos momentos la clasificación con la estrategia de evitar las aglomeraciones en las calles obligando a los peatones a moverse en una dirección única. ¿Una dirección única? Sí, sólo hacia adelante ¿Qué significa esto? ¿No se puede dar marcha atrás? No, salvo que quiera que lo detenga un guardia. Madrid, en los alrededores de la Puerta del Sol y de Callao, ha vuelto al espectáculo de la trashumancia, el pastoreo en continuo movimiento, que obliga al rebaño a conducirse ahora todos en una dirección, más tarde en la contraria. A dar la vuelta a la manzana para regresar al lugar de origen porque volver sobre los pasos está prohibido por la Alcaldesa.

Hasta ahora no se ha producido un motín como el de Esquilache, los vecinos se han limitado a reírse a mandíbula batiente por la ocurrencia, pero todavía hay tiempo. Con la manía de anticipar las fiestas navideñas, el periodo que ha elegido Carmena para reordenar el rebaño resulta aún largo y la norma unidireccional en las calles comerciales es cerebralmente muy corta, no tiene pies ni cabeza. Si la Alcaldesa pretendía evitar las aglomeraciones con los guardias actuando de pastores de la porra, va a conseguir seguramente el efecto contrario, además de imponer a los madrileños y a los visitantes una medida que habría sonrojado al propio Stalin. No por letal, sino por grotesca.

Los "universitarios barrenderos", las "reinas magas", la "cochofobia" y los cambios de nombres en el callejero, otras medidas polémicas de la alcaldesa de Madrid, son anécdotas comparadas con esta "dirección única".

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