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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Desdichas

Se cierran más puertas de las que se abren. Si uno presta atención, de un lado, a las necesidades de la gente y, de otro, a los remedios que se proponen, acaba advirtiendo que la política se ha quedado atrapada en una habitación y los contribuyentes en otra. En medio de ambos, una puerta que si en algún momento estuvo abierta o entreabierta, se ha clausurado ya con siete llaves, como el sepulcro de El Cid. Aislados los líderes de los liderados, asistimos, por ejemplo, a un repunte del precio de la vivienda, uno más, del que se dice, como en ocasiones anteriores, que no se trata de una nueva burbuja. En efecto, no es nueva, es tan antigua como la economía financiera, que tiene poco de economía y mucho de especulación. Por su parte, el FMI, entre otros, comienza a asegurar que las pensiones en España son altas. Para el FMI todo está por las nubes menos los salarios de sus dirigentes.

Nos sentamos frente al telediario para averiguar qué hay de lo nuestro y resulta que de lo nuestro no hay nada todavía. Tenemos que tener paciencia. La desigualdad, la precariedad, los salarios bajos, el paro o la pobreza no ocupan las cabeceras de la agenda política. Encerrados con un solo juguete que hoy es Cataluña y mañana ya veremos qué, la realidad se escapa entre las junturas de los debates públicos y cuando abrimos el grifo sale aire. Aplicamos entonces el oído a la pared que nos separa de nuestros representantes y no escuchamos nada de interés. El desafecto de la política, del que tanto se habla, no es más que la consecuencia de un portazo. Nos están dando con la puerta en las narices.

Las puertas se cierran también por miedo a las corrientes. A las corrientes de aire, de forma general, pero también, y con frecuencia, a las corrientes de opinión. Pero cuando el aire no circula, la atmósfera se enrarece. Pregúntenselo a las familias que estos días tampoco abren las ventanas para ventilar porque con la ventilación entra el frío en casas donde no se puede poner la calefacción. Cada día hay más puertas y más ventanas clausuradas en este país de nuestras desdichas. No pretendemos que las desdichas desaparezcan de un día para otro, como por arte de magia, pero sí que se expongan para estudiar sus soluciones.

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