Iceta es astuto, indecentemente astuto, pero astuto. No se trata simplemente de un bailarín de claqué en un escenario electoral resbaladizo. Promete indultos para los sediciosos y condonaciones de la deuda para Cataluña porque sabe que en el terreno de la solidez constitucional la candidata de Ciudadanos ofrece mayor credibilidad, y él tiene que competir poniendo huevos en todas las cestas. Iceta es el candidato trampa de una tercera vía que, dada la catadura demagógica del que la encarna, no está claro en qué terminal va a confluir. Llegados a un punto, estoy convencido, le daría igual establecer sociedad con tirios que con troyanos. A muchos otros socialistas, desde luego, no. En contra de lo que algunos pudieran llegar a pensar, un socialista no siempre es un hombre o una mujer que cree que un paraguas y un bastón son lo mismo porque los dos se colocan en un paragüero. Y a un socialista comprometido con la Constitución debería importarle con quién se va a jugar los cuartos en Cataluña, si con quienes la respetan o con quienes insisten en seguir incumpliéndola.
Por ejemplo, es una hipótesis, Iceta resulta ser el candidato más votado el jueves porque una buena cantidad de electores dubitativos del soberanismo y el constitucionalismo deciden apostar por él como una solución intermedia. ¿No les encaja? Lógico, tampoco es lo que aventuran los sondeos. Pero supongamos que no siendo así, milagrosamente, después de haber quedado el cuarto, se le presenta la oportunidad de convertirse en president mediante un consenso y al ser de todos los aspirantes el único libre de vetos. Iceta, el candidato "Borgen", auspiciado por la matemática artificiosa de una serie televisiva danesa, sería la solución para sí mismo. Pero mientras tanto, aunque se trata de un contexto electoral, su inclinación a las condonaciones penales y económicas para recabar apoyos supone un grave desprecio por la decencia.
