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Sol y sombra

El derrumbe

España hace tiempo que es el prototipo de una sociedad en retroceso marcada por el estancamiento social, la falta de ideas y la desigualdad. Por si fuera poco, un país enfrentado. La polarización y la fractura, la ausencia de un empuje cívico frente al populismo, la imparable deuda de las pensiones, el empeoramiento progresivo de la sanidad... todos son indicadores de un derrumbe.

No hay soluciones y sí postración ante los grandes problemas. El casting político acapara enanos para pequeños papeles en cortometrajes. Es imposible encontrar altura de miras entre los representantes del pueblo soberano, por lo general dedicados al tacticismo cortoplacista, pero tampoco en quienes los eligen para verse encarnados en sus apuestas frentistas y sectarias. Los candidatos de la política son el reflejo de la sociedad que los escoge. En realidad, nunca ha sido otra cosa. Pero a veces, por su sectarismo indómito y recalcitrante, resultan hasta ofensivos para la inteligencia. No sé si son idiotas del todo pero tratan a los electores como si lo fueran. Es el caso, por ejemplo, de la dimensión estratosférica y hasta diabólica que se le otorga al archifamoso artículo 155 de la Constitución aplicado con pinzas en Cataluña para contrarrestar la sedición de una clase dirigente que todavía sigue dispuesta a imponer la vía unilateral para salirse con la suya al margen de la legalidad.

¿Qué pretendían que hiciese el Estado? ¿Dejarse avasallar aún más? No hace falta magnificarlo, el artículo 155 ha servido para encauzar una conducta política de modo restituyente, como dice Rajoy con forzado optimismo. Su consecuencia inminente, demasiado quizás, son las elecciones de este jueves en una comunidad autónoma en la que muchos de sus habitantes han dejado de hablarse y donde desde hace cinco años los políticos no se ocupan de gestionar los asuntos que de verdad afectan a la población. Cataluña, quién lo iba a decir en otro tiempo, es el paradigma de ese retroceso social del que hablaba.

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