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Lo laico se impone a lo religioso

La estrategia del exilio vence a la de la prisión, que también puntuaba el 21-D

En un inédito enfrentamiento entre las estrategias del exilio y la prisión (otra anomalía más del 21-D), Puigdemont le ha ganado la partida a Junqueras. Es cierto que el exilio es voluntario y la prisión no, pero estar encarcelado también puntuaba en las elecciones del jueves. Sin embargo, en el imaginario del votante independentista, cabreado por el 155, ha pesado más la exigencia de restitución del Govern (de todo el Govern, Junqueras incluido), sobre la que muy acertadamente ha pivotado toda la campaña del expresident, que la exhibición de martirio asumido con fortaleza cristiana del cabeza de lista de ERC. Es decir, que lo laico se ha impuesto a lo religioso, y la estrategia de autolegitimación de Puigdemont (que ha logrado presentarse ante los catalanes como gran valedor de las instituciones intervenidas por el 155) ha triunfado sobre la campaña más partidista y convencional de Esquerra, dispersa y desenfocada.

Puigdemont y Elsa Artadi, estratega jefe y "número diez" de su lista, también han acertado al confeccionar la candidatura de Junts per Catalunya con el aire transversal que tenía la de Junts pel Sí en 2015, y reuniendo, como fruto del anómalo contexto político, tanto a tres de los cinco huidos a Bruselas (Puigdemont, Lluís Puig y Clara Ponsatí) como a los todavía encarcelados Forn y Jordi Sànchez y a los exreclusos Turull y Rull. Con esos mimbres, y tras la negativa de ERC a reeditar la coalición electoral de hace dos años, el expresident le ha metido un gol por la escuadra a quienes, como el exconsejero de Esquerra Carles Mundó, despreciaron su proyecto tachándolo de "partido improvisado" con "cuatro días" de historia.

Pero el expresident no ganó solo, recibió una considerable ayuda de ERC; en concreto, de su "número dos", Marta Rovira, que no contenta con viajar varias veces a Bruselas en la precampaña, no tuvo inconveniente en participar en el primer gran mitin de Junts per Catalunya en la capital belga, dando a entender no sólo que, pese a los roces y los reproches, las dos candidaturas estaban (y están) obligadas a entenderse después del 21-D, sino que además la iniciativa política en el "posprocés" correspondía por entero a Puigdemont. Para cuando Mundó y Raül Romeva, recién salidos de prisión, tomaron las riendas de la campaña (agresivamente, para frenar la sangría de votos que Junqueras seguramente había detectado desde su celda de Estremera) ya era tarde. A Rovira, señalada como "presidenciable" por Junqueras, se la mantuvo escondida (es mujer de partido, no de mítines, por decirlo suavemente) y la difusión del mensaje quedó en manos de segundos y terceros espadas.

También ha ayudado, y no poco, que la televisión pública catalana, TV3, no fuera intervenida, como el PP quería. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, convenció a Rajoy de que esa medida causaría más perjuicio que beneficio, porque significaría que el Gobierno y los partidos que apoyan el 155 coartaban la libertad de expresión en Cataluña; pero, a la larga, la corrección política de los socialistas, asumida por los populares para no activar el mecanismo coercitivo sin más apoyos que los suyos y los de Cs, ha prestado un inapreciable respaldo a Puigdemont, que en ningún momento ha dejado de ser el presidente de la Generalitat para los catalanes que consumen a diario la información de parte que difunde la cadena.

Los resultados de todo ello están a la vista. Junts pel Sí cosechó 62 diputados en 2105, de los que 30 eran de ERC, 21 de CDC (ahora el PDeCAT, el partido de Puigdemont) y 11 independientes. En los comicios del jueves, con una participación récord del 82%, los republicanos sólo crecen 2 escaños, mientras que la candidatura de Puigdemont, que el PDeCAT le dejó componer a su antojo, suma 13 actas más, parte de las cuales procede, seguramente, de las 6 que pierde la CUP (que retiene 4).

El desplome sin paliativos de los "cuperos", el mayor después del que sufre el PP (que se deja 8 escaños y ahora sólo vale 3), es un alivio para Puigdemont. Los votos de los anticapitalistas siguen siendo esenciales para mantener la mayoría absoluta soberanista en el Parlament, pero el expresident cuenta con que su bajón les impedirá ejercer la misma presión en la conducción del "procés" que hicieron hasta el pasado octubre. Veremos. De momento, de cara a la investidura, y si la CUP se negara a votar a favor, bastaría con que los 8 diputados de "los comunes" se abstuvieran para que un candidato independentista saliera elegido en la segunda votación.

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