La Nueva España

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Con sabor a guindas

Amor en los Picos de Europa

La bendición de la belleza de la Naturaleza

Hace unos días LA NUEVA ESPAÑA nos daba la noticia de una petición de matrimonio por las alturas de estas mágicas montañas. Ella que había decidido escalar ese día desconocía que el varón se le adelantó unas horas para sorprenderla a su llegada con su anillo de compromiso.

El sí, afirmativo y rotundo, una mil veces, se extendió, en un eco interminable por toda la Cordillera. Una forma original, practicada algunas veces, recuerdo: al buzo bajo las aguas del mar, o al bombero trepando por su escalera al balcón de la dama.

También la mina conoce estos momentos y así podíamos seguir contándoles alguna manera más. Me imagino que todas estas emociones serán recordadas de por vida al elegir estos escenarios para ofrecerse su mutuo cariño. Ese día el sol ayudaba a calentar la llama de su afecto y las sorprendentes vistas hacían que a aquel templo de la naturaleza no le faltase detalle alguno para certificar el hermoso futuro que les esperaba.

Tuvieron suerte. El cielo estaba limpio, la brisa suave, el horizonte despejado, lo que hacía divisar toda la grandeza que a sus pies les brindaba el más hermoso paisaje. Seguro que ellos, llenos de felicidad, hubieran querido ser águilas para planear, aterrizando y despegando, llevándose a su futuro hogar toda la belleza de este lugar asturiano.

Si a esta pareja escalar les apasiona, pienso que captar desde las cumbres sus imágenes sería toda una delicia. Lanzar una mirada a ese mundo de silencios, con sus verdes múltiples, sus cuerpos grises y rocosos, sus cielos cambiantes, sus nieblas en busca de destinos, sus aguas en cascada, sus ríos, es decir, todo un equilibro en buscar toda esa verdad que la montaña encierra.

Qué gran mundo éste de los silencios de la naturaleza, allí donde los secretos compartidos despiertan de sus sueños y se entregan en cuerpo y alma a la meditación y decirnos que la montaña enseña y que su brisa pule el espíritu y se hace callada oración.

Seguimos caminando por sus atrevidas sendas y sin olvidarnos de sus riesgos lo hacemos con prudencia. Nos detenemos. Es todo un lienzo trazado por esa mano divina que nos dibuja el mejor de los paisajes. Parece todo colgado de una liana invisible que sostiene paredes abruptas, impresionantes abismos, rocas barnizadas, cabañas y majadas, pastores y ganado, miradores que son púlpitos al vacío sobre barrancos que hacen de nuestros sentimientos la más hermosa soledad buscada.

Se nos va este otoño loco y caminamos al invierno y llega la nieve con su traje blanco de pureza y se nos queda un tiempo. Luego se acompaña de la lluvia que con su hisopo bautiza su suelo firme como regalo que bendice su fascinante vegetación.

Y como el casamiento será, pienso, en breve, mirarán también iglesias y monasterios, que por estos lugares los hay, sin olvidarse de Covadonga ya que la Santina también sabe de estos dominios como sagrado sitio muy respetado por los asturianos. Seguro que antes de marcharse se alimentarían con un trozo del famoso cabrales, ese queso, verdadero manjar, que en la cueva después de recibir ese moho nos ofrece tiernas miradas de ojos verdes y azules para cultivar el aroma de su sabor haciendo de su degustación caricia del paladar.

Les dejo con esta hermosa postal que, a mi manera, le he ofrecido a mis palabras a las que uno el recorrido del Sella dejando sus aguas en el mar Cantábrico que baña Ribadesella y, con ella, les envío, con mis mejores deseos, mi cariñosa felicitación de Navidad y año Nuevo que hago llegar también, con mi enhorabuena, a los protagonistas del amor de este relato, Tania y David.

Para todos ustedes mi saludo más afectuoso.

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