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Secesión en el secesionismo

Territorios de Barcelona y Tarragona quieren separarse de Cataluña por las mismas razones que Cataluña de España

Decía Paul Valery (escritor francés que vivió entre 1871 y 1945) que "un estado es tanto más fuerte cuando puede consentir en su seno a lo que actúa en contra suya". La reflexión podría utilizarse para describir lo que sucede en Cataluña, donde una parte de la población (más o menos la mitad del censo en edad de votar) conspira contra el gobierno del Estado español para lograr la independencia en forma de república. Y no lo hace desde la calle, desde el monte, o extramuros del poder, sino confortablemente instalada en el seno de las propias instituciones (la Generalitat en este caso) en las que ese mismo Estado ha delegado la gestión de competencias propias y (muy importante) la correspondiente financiación.

Entrar en la fortaleza enemiga y hacerse cargo de la mayoría de los resortes del poder sin disparar un tiro es el ideal de cualquier conspirador. Y en esa situación de "mesa puesta hasta la independencia" estuvo, durante años, el contencioso entre el poder periférico y el poder central. Hasta que el gobierno del Estado, aplicando el articulo 155 de la Constitución, y los jueces, aplicando el Código Penal, pararon el proceso.

Si hemos de creer a Paul Valery, la actuación del poder ejecutivo y del poder judicial vendría a demostrar que, en este caso al menos, la fortaleza del Estado fue capaz de soportar en su seno la acción insidiosa del enemigo interior. ¿Hasta cuando? Pues no lo sabemos, aunque hay que confiar en que la acreditada fortaleza del estómago estatal para digerir toda clase de inconsecuencias, incluidas las propias, se ponga de nuevo de manifiesto. Y a ello han de ayudar no poco los errores del enemigo político que compite con el gobierno del Estado en escenificar desatinos. Porque fue un desatino por parte del gobierno del Estado la sesión de porrazos televisada a todo el mundo el 1 de octubre. Y fue un desatino por parte del gobierno y el parlamento de Cataluña la ridícula proclamación en diferido de la efímera república y, ya no digamos, la fuga a Bruselas del capitán Araña y su corte de fieles consejeros una vez perpetrada la fechoría.

Desgraciadamente para los intereses de los independentistas, en España se transita rápidamente del melodrama a la astracanada y lo que fue motivo de general preocupación acaba en coplas, chistes y cuchufletas. Y algo de eso empieza a pasar con el conflicto catalán. Hace dos días, los medios dieron amplia publicidad a la iniciativa de una plataforma digital para solicitar la independencia de Cataluña de una comunidad autónoma que aglutine parte de los territorios de Barcelona y Tarragona. Unos territorios, por cierto, que reúnen la mayoría de la población y de la potencia económica regional. Los argumentos son los mismos que los esgrimidos por los independentistas para separarse de España. Es decir, Cataluña nos roba, los ciudadanos de Tabarnia tienen derecho a decidir... La idea tuvo éxito y la gente se ha reído.

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