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EDITORIAL

Asturias suma tres ejercicios consecutivos de crecimiento. Funcas prevé un avance del 1,7% para 2017 y del 1,6% para 2018; el BBVA eleva la previsión al 2,4% y al 2,3%, respectivamente, e Hispalink la lleva al 2,9% y al 2,3%. El comportamiento de la economía asturiana es más modesto que el del conjunto del país, pero no se encuentra ni mucho menos en los puestos de cola, como ocurrió durante años, sino en la mitad de la tabla. La media de los pronósticos para España, uno de los países más prósperos de Europa, señala una mejora del 3% en 2017 y del 2,5% en 2018.

Aunque sigue lejos de los niveles previos a la gran recesión, la región ganó este año más de 10.000 empleos. El paro disminuye a una velocidad del 7,36% interanual, frente al 8,33% nacional. El Principado encadena cuatro años de descenso del desempleo, si bien la mejora no es homogénea: Oviedo y Gijón presentan los mejores resultados frente a las comarcas mineras del Caudal y del Nalón, según las estimaciones del observatorio Regiolab, de la Universidad.

Si analizamos datos comparados, la situación de Asturias es muy parecida a la de otras comunidades con sólo tres excepciones: Madrid, que es la mayor urbe del sur de Europa; Cataluña, ahora lastrada por el problema independentista, y el País Vasco, que además del Cupo tiene un vigoroso músculo industrial. Pongamos algunos ejemplos tomados del Instituto Nacional de Estadística (INE). El Principado fue la sexta autonomía con mejor evolución de las ventas del comercio minorista en noviembre, la tercera donde más creció la cartera industrial de pedidos en lo que va de año después de Andalucía y Murcia, y la segunda con mejor cifra de negocios industriales, sólo por detrás de Murcia.

Tras una década de travesía del desierto, de incertidumbres y ajustes como consecuencia de la crisis, por fin las cosas empiezan a marchar un poco mejor. Hay razones para un moderado optimismo. Sin embargo, la percepción de los asturianos sigue siendo muy negativa. Asturias continúa envuelta en niebla. Y ese pesimismo casi patológico tiene un pernicioso efecto paralizante. Lejos de espolear, neutraliza. En lugar de servir de estímulo para resolver problemas y aprovechar oportunidades, actúa como un narcótico.

La región tiene muchas tareas pendientes, pero algunas parecen encauzarse. Es el caso de la variante de Pajares. Tras años de improductivos dimes y diretes, el ministro de Fomento y el consejero de Infraestructuras, por cierto de distinto partido, los dos veteranos de la política pero nuevos en sus cargos, encuentran razones para esmerarse en demostrar que con ambición, voluntad y lealtad institucional se pueden hacer cosas. Y los ciudadanos aplauden, a la espera de que las promesas se cumplan.

Tampoco van mal encaminados los esfuerzos, aunque muy tímidos, para tejer alianzas con territorios que comparten retos. Es el caso del Noroeste con la financiación autonómica, el infierno demográfico y los incendios forestales. O del centro de Asturias con el área metropolitana. Pero hay más desafíos, como el desarrollo rural, la atención a los mayores, la transición energética o la innovación, y otros espacios de colaboración que se pueden explorar, entre ellos, el Arco Atlántico, las regiones periféricas de Europa, el norte de Portugal e incluso América Latina.

Lástima que lo que debería ser habitual, el entendimiento y la vocación de servicio, constituya una excepción. El Principado inicia el nuevo año sin Presupuesto nuevo. No hay un frente asturiano para negociar la financiación autonómica o afrontar la "descarbonización". Faltan armazón intelectual, dirección estratégica, imaginación, compromiso y alegría para encarar el futuro con determinación. Más que económica, la principal amenaza es política.

Pero hasta el envejecimiento, seguramente el mayor problema de la región, puede verse también como una oportunidad. El Presupuesto regional de este año ascendió a 4.226 millones de euros. Las pensiones anduvieron cerca de los 4.800. Nuestros mayores pueden consumir tecnología aplicada, servicios sanitarios, transporte, ocio... Tienen el segundo nivel de renta más alto de España tras el País Vasco y es previsible que al menos durante algún tiempo mantengan su estatus. ¿A qué estamos esperando para vencer la actitud defensiva y ponernos manos a la obra?

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