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El genio ingenuo

Cuando están en lo alto los colgantes del cotillón caen las redes. El apagón de entrada de año es ya un ritual. De lo que al doblar el cabo viaja por las redes mejor no hablar: sermoncillos precocinados (como el del tren y las estaciones), mensajes banales, frases hechas con pretensiones de originalidad, fotos mil de alegría a raudales sujeta a día, hora y libreto. Borrados de un plumazo todos los mensajes, menajes literarios y consejas, no se perdería nada, y mucho remitente incluso ganaría, pues no habría delatado su mente perezosa. Ese silencio de fondo, el de la ensordecedora algarabía sin decir nada, es el que tal vez denuncie el genio secreto de las redes dejándose caer, harto de esfuerzo tan vano. Aquí, en cambio, no se denuncia el cacareo (risoterapia, a fin de cuentas), sino al genio en cuestión, por haberse creído que servía para comunicar, y desfallecer al ver que no.

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