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El Club de los Viernes

"Marca Barcelona"

El deterioro de la imagen exterior de Cataluña

How does it feel, how does it feel?

To be without a home

Like a complete unknown, like a rolling stone.

"Like a Rolling Stone", Bob Dylan.

Barcelona siempre ha sido una gran ciudad, con un patrimonio histórico espectacular y una situación geográfica privilegiada. No obstante, hasta los 80 no lucía, ni de lejos, tan esplendorosa como en la actualidad. Su transformación comienza precisamente en esa época de la mano del proyecto olímpico.

En apoyo a ese proyecto, que culminó con éxito en las Olimpiadas del 92, unas de las mejores de la historia, se volcó toda España. No sólo en términos económicos, sino también sociales. Desde todo el territorio nacional llegaron voluntarios a Barcelona para echar una mano en esa tarea común.

Puede por tanto afirmarse, sin temor a equivocarse, que los catalanes no podrían haberlo llevado a cabo por sí solos. Fue un triunfo de todos, porque juntos somos mucho más fuertes que separados.

Años después fue Madrid la ciudad que intentó el sueño olímpico con insistencia y denodado esfuerzo. No lo logró, a pesar de ser la mejor candidatura, especialmente en aquella reunión del Comité Olímpico Nacional en Copenhague 2009, donde se adjudicaron las Olimpiadas de 2016 a Río de Janeiro de forma supuestamente irregular.

Muchos diarios han recogido sospechas de soborno y fraude a diversos miembros del Comité para que hicieran lobby a favor de Río, si bien nada ha podido ser probado. No hace falta. La realidad, en forma de problemas organizativos de toda índole, se encargó de demostrar que la ciudad brasileña no estaba en condiciones de albergar unos juegos olímpicos.

En todo caso Madrid, que había prestado su apoyo público e incondicional a Barcelona para los Juegos del 92, no fue pagada con la misma moneda. El apoyo de los estamentos públicos catalanes hacia la capital de España puede calificarse, siendo muy generoso, de tibio. Hubo deslealtad e ingratitud por partes iguales hacia Madrid por parte del pequeño país de Pep.

Pero el tiempo pasa y, como se suele decir, arrieritos somos y en el camino nos encontraremos. Cataluña se ha dejado arrastrar en la actualidad a una locura separatista que le está perjudicando gravemente. De hecho, muchos catalanes de bien se llevan las manos a la cabeza y su malestar es notorio, tanto en público como en privado.

Las grandes empresas se van de Cataluña, lo que supone un grave perjuicio para su economía. Menoscabo que será aún mayor si se tiene en cuenta que muchas pymes viven de dar servicios a las grandes. Es difícil aun cuantificar cuántas tendrán que cerrar, o al menos verán reducidos drásticamente sus ingresos por culpa del "procés".

El esperpento catalán ha hecho mella también en la imagen de Barcelona como referente turístico internacional. Las reservas hoteleras se han reducido en un 40 % desde el 1 de octubre. "La marca Barcelona está muerta", ha llegado a decir José Luis Bonet, presidente de la Cámara de España y de Freixenet.

Y para rematar esta situación, la Agencia Europea del Medicamento, que se ha visto obligada a desplazarse de su sede londinense por el Brexit, se nos va a Ámsterdam. Esta decisión es especialmente sangrante si tenemos en cuenta que Barcelona era la máxima favorita antes de dejarse llevar por la deriva independentista.

No es que me alegre de la situación, más bien al contrario. Es una decisión que perjudica gravemente a España en términos tanto de imagen como económicos. Pero vaya usted a saber por qué, cuando me enteré de la noticia, lo primero que vino a mi mente fue, precisamente, esa canción del gran Bob Dylan. "How does it feel, amics?".

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