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Clave de sol

Covadonga, ese tesoro suspendido en el tiempo

Un manojo de recuerdos a propósito del Año Jubilar

Es preciso llamar la atención sobre el Año Jubilar de Covadonga, que entrará en sus momentos estelares también de la mano de su reciente abad Adolfo Mariño, un clérigo en la edad justa, con larga y valiosa experiencia pastoral pero también renovadoras ideas para el presente y el futuro del santuario y de su entorno.

Conjunto que compone un poderoso polo de atracción no solamente de carácter religioso, sino también turístico, cultural y deportivo, que históricamente ha tenido épocas de esplendor y también de cierto olvido. Ayer informaba nuestro periódico sobre la queja de los empresarios por la demora de la Administración en establecer el programa de promoción turística del acontecimiento. Desgana que se puede atribuir, según algunos sectores políticos, a ciertos prejuicios anticuados contra la religión. Si esto fuera así, no tendría perdón.

Las efemérides de este año -hasta setiembre nada más- son de alto voltaje para los intereses de Asturias pues se conmemoran el centenario de la coronación canónica de la Santina (a la que asistieron los Reyes de España y una representación del Gobierno) y de la declaración de los Picos de Europa como Parque Nacional, así como los 1.300 años de la famosa batalla.

Ha brotado ahora la interesante iniciativa de una asociación sin ánimo de lucro con el nombre de Amigos de Covadonga, aconfesional, que admite creyentes y no creyentes o de otras confesiones y anuncia que quienes se inscriban como socios este mes tendrán la consideración de fundadores.

El Sitio es evocador desde siempre para los asturianos. Incluso para mucha gente sin fe religiosa. Alguna vez me he referido aquí a un operario que tuvimos durante unas obras en casa quien declaraba con notable convicción no creer en Dios, pero sí en la Virgen de Covadonga, y todos los años peregrinaba a la Santa Cueva para subir las escaleras de rodillas. Tal cual.

En la época del trenillo que llevaba hasta la cueva -cuyos vagones ya inservibles aún me tocó ver-, mi abuelo materno llevaba a toda su familia una vez al año. En mi juventud, una pequeña patrulla de esforzados peregrinamos tres veces a pie desde Oviedo. La última, de un tirón para batir el récord de kilometraje de los marines norteamericanos que hacían 80 kilómetros en 20 horas.

Quién que tenga algunos años no recuerda la versión cinematográfica de la novela "Altar Mayor", de Concha Espina, con nuestro José Suárez -hasta entonces revisor del tren del Vasco-, Maruchi Fresno y María Dolores Pradera, felizmente viviente y no sé si aún cantante.

Siempre dije que Covadonga y su entorno estaban sin explotar desde el punto de vista no sólo religioso, sino sobre todo turístico, cultural y deportivo: la naturaleza, el arte, la fe, la fiesta pastoril, la cordillera y sus vericuetos, los lagos, las leyendas, la historia. Un verdadero tesoro suspendido en el tiempo.

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