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Millas

El trasluz

Juan José Millás

A ningún sitio

Muchas tardes se me hace de noche leyendo. No es raro que cuando anochece en la vida, amanezca dentro del libro. En las novelas, por lo general, siempre sabes la hora que es para los personajes. Mientras lees, vives en esa hora también con independencia de la que marque tu reloj. Por eso, cuando cierras el libro has de efectuar un reajuste mental del tipo del que llevas a cabo al terminar de ver una película en la que llovía y descubrir que en la calle hace sol. En las novelas también llueve. Si están bien escritas, esa lluvia te empapa. En el interior de un ensayo, en cambio, no suele haber hora ni fenómenos atmosféricos. En los ensayos las ideas aparecen como las esculturas en un museo: muchas de ellas se encuentran encerradas en urnas de cristal para evitar que los visitantes las toquen.

Deberíamos atrevernos a manosear las ideas como nos atrevemos a manosear a los personajes de las novelas o de las películas. Contemplar una idea con la mirada acrítica y pasmada con la que nos acercamos a un cuadro de Velázquez, por poner un ejemplo, no es bueno ni para la idea ni para nosotros. El modo en que contemplamos una pintura no modifica sus elementos (aunque puede cambiar su significado), pero la forma de relacionarnos con las ideas las altera. De hecho, la historia de las ideas es sobre todo la historia de sus alteraciones. Del mismo modo que la nube a la que observamos tumbados sobre la hierba, bocarriba, pasa de gato a ratón o de niño a adulto, las ideas percibidas con actitud crítica se deshilachan o se agrupan igual que los cirros o los nimbos bajo el efecto del viento.

Lo primero que conviene averiguar de una idea es si nos la sirven deshuesada. El tipo que está delante de mí en la carnicería acaba de pedir que le deshuesen el pollo para evitar atragantarse. Las ideas buenas, en cambio, son las que se te cruzan en la garganta y te cortan la respiración. ¿Con cuántas ideas de ese tipo nos cruzamos al día? Con ninguna. Hay un servicio a la carta de las ideas como un servicio a la carta de los programa de la tele o de la radio. No soportamos un editorial de un periódico que nos quite la razón. Así, intelectualmente hablando, no vamos a ningún sitio.

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