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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Los pájaros y las escopetas

En este país pasan cosas extrañas, fuera de toda lógica, desde que los pájaros disparan a las escopetas. O en este planeta, incluso, si un árbitro de fútbol francés lanza una patada alevosa a un jugador con el que tropezó y no contento con la agresión además lo expulsa. El trencilla de marras merece una tarjeta roja, pero ¿quién se la saca? ¿Quién se ocupa de vigilar al vigilante? ¿Quién juzga al juzgador? ¿El ojo de halcón?

Desde que los pájaros disparan a las escopetas, en Cataluña podría ocurrir que un presidente de la Generalitat, un Honorable ayuno de honores, fuera investido al modo telemático. O sea, por control remoto. El mando a distancia debería estar prohibido, por lo que supone para la intranquilidad nocturna de las familias, cuyos miembros hacen un juego de tronos por controlarlo, como si fuera el cetro o el báculo. Igual ocurre con la investidura de Puigdemont desde el limbo de la ilegalidad: habría que impedirla a toda costa, con el 155 o el 3,1416 que se llama Pi. No aplicar la Constitución a los desmanes nacionalistas es hacer el ridículo, el numerito primo.

En España, los pájaros disparan a las escopetas, sobre todos los pájaros de mal agüero, como los cuervos y los grajos. Y como se ha puesto de moda que las aves tiren a dar, habrá que esperar de un momento a otro que empiecen a descargar plomo de la carabina también gaviotas y charranes.

Ahora sólo falta que los niños muerdan a los perros en el parque de Isabel la Católica y que en los Picos de Europa, en vísperas del "centenariazo", a los pastores les dé por leer, bajo un castaño, a Goytisolo: "Érase una vez un lobito bueno al que amamantaban todos los corderos".

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